Los paños de los arderos
Rito y costumbre funeraria común en la comarca de Arenas de San Pedro, Valle del Tiétar en la vertiente sur de la Sierra de Gredos. Y buena parte de la Vera de Plasencia, la Campana de Oropesa y el Campo Arañuelo.
Antes de empezar he de decir, que, para nuestros antepasados directos, los rituales relacionados con la muerte, abarcaban todos los ámbitos de sus vidas. No solo el momento de la muerte en sí misma, ni el consiguiente entierro. Si no a través de interesantes rituales y ceremonias que se extendían en el calendario tradicional durante todo el año.
Con ese fin encendían “lamparillas”, velas o “arderos”, en memoria de los fallecidos. Para de este modo tenerlo presente y vivo en la memoria. Al tiempo que se le “da luz” para que encuentre el camino al cielo y llegue lo antes posible al paraíso.
Los arderos eran unas tablillas de madera de unos 15 cm de largo por 10 de ancho, en los que se enrollaba una mecha impregnada de cera de abeja. Mecha que se encendía únicamente durante el tiempo que durase la misa de difuntos en cuestión.
Mi abuela Cirila Gutiérrez Sancho, no encendía arderos, sino tres velas en tres bonitos candelabros de cerámica talaverana. Y en una cazuelita de metal, las lamparillas en un rincón de la gran cocina… Otras familias colocaban tres candelabros de bronce o de plata, con sus tres velas e incluso hachas, cada cual en función de sus posibilidades.
En todos los pueblos, sobre todo las mujeres de la familia, acudían a misa los nueve días siguientes al entierro. Vestidas de luto riguroso, con el gran velo negro cubriéndolas desde la cabeza hasta los pies. Al primer toque de las campanas ya estaban en los templos colocando el paño de los arderos sobre un pequeño banco de madera, hecho para tal efecto. Y colocando en su parte central tres arderos.
Estos tres arderos se ponían de uno en uno, el primero en el nombre del Padre, el segundo en el del Hijo y el tercero en el del Espíritu Santo. Durante el tiempo de la misa estaban muy atentas a los arderos, pues de no estarlo podía salir ardiendo con el paño y el banco. Algún caso se cuenta, como el de la tía Percherona, que se quedó dormida quemándosela su bonito paño de los arderos guisandero. Lo sé porque mi bisabuela Dominica González también estaba como todos los días, en misa.
Este ritual se repetía cada año a modo de recordatorio y presente a los difuntos a los que se les decía puntualmente sus misas la fecha de su muerte, con el fin de “sacar sus almas del purgatorio”. Las mujeres más mayores y por lo tanto con más muertes en sus espaldas, solían llevar de diario un cestito de mimbre, adornado con un paño de los arderos más pequeño, y un ardero chiquitín, que ponían sobre el suelo a su lado, encendiéndolo del mismo modo, durante toda la misa y o rosario ya fuera primavera, verano, otoño o invierno.
También para la fiesta de la Moragá, o de los Santos Difuntos los días uno y dos de noviembre, se repetía esta operación. Sobre todo, las familias que habían sufrido la pérdida de un ser querido ese mismo año. En Arenas de San Pedro, el Viernes Santo también se colocaba el paño y los arderos pero en las casas, al abriquecer o lo que es lo mismo al caer el sol. Mientras se rezaban una serie de oraciones al efecto “por las almas en pecado”. Y otra tanda más por la memoria de sus fallecidos.
En Arenas de San Pedro, el martes de carnaval en la misa de Ánimas las familias que tenían un fallecido reciente, ponían su paño de los arderos, y la parroquia por su parte colocaba otro en el coro bajo, para alumbrar las almas de mendigos o personas pobres de solemnidad.
Los bancos de madera, sobre los que se ponía el paño y los arderos, así como los cestillos de mimbre varían poco o nada de una población a otra. En todos los templos había bancos que se usaban por el común de los feligreses para este fin. Aunque también había familias que tenían sus propios bancos, que llevaban y traían de sus casas a la iglesia las veces que hicieran falta.
Los arderos se compraban en las tiendas, abacerías y sobre todo cererías de las villas y aldeas de la comarca. Mientras que los paños presentan diferentes tipologías, en función de la época y de los usos propios y particulares de algunas poblaciones.
Por lo general no suelen sobrepasar de los sesenta centímetros de ancho, por un metro y medio de largo. Casi todos son de hilo blanco o crudo, decorados con bordados florales y geométricos. Casi siempre en hilo negro, ocre o verdoso.
Se suelen decorar con motivos florales, vegetales y geométricos. Junto con otros de carácter religioso, cargados de un gran simbolismo. Algunos paños, se sobre decoran con una delicada puntilla de bolillo blanca, o con un deshilado a modo de remate. Os voy a hablar de un paño de los arderos que se usó por última vez en el funeral de doña Felisa Sánchez el día 28 de mayo de 1958 en la vecina y querida villa de Navalcan.
El paño mide exactamente cincuenta y siete centímetros de ancho, por un metro y treinta centímetros de largo. Con una puntilla de bolillo de 7 cm de ancho que lo remata. Está bordado a punto de cruz y a la manera tradicional navalqueña conocida como técnica de “hilos contáos”. Hilos cuyas puntadas son tan delicadas, ajustadas y precisas, que cuando alguna bordadora daba algunas puntadas contando los hilos de dos en dos, en vez de uno a uno, se la decía que su costura estaba “abarcaná”. Burlándose de ella e instándola a que dejara de hacer “abarcones”, o lo que es lo mismo, puntadas largas que abarcan más para ahorrarse trabajo.
Está todo el bordado en buen hilo negro por la señora Isabel Sánchez el año 1900. La señora Isabel era maestra bordadora y tenía taller propio en Navalcan, en el que trabajaban no pocas mocitas navalqueñas. Incluida a su sobrina la señora Paula Sánchez Sánchez, sobrina carnal de la señora Isabel. De la que aprendió este oficio artístico hoy en día impagable.
A la señora Paula, la conocemos todos en Arenas por Encarna…, ya que el que la inscribió en el juzgado fue su tío Paulo, inscribiéndola con su nombre, Paula. Y su madrina de bautizo por otro lado, su tía Encarna la sacó de pilas con su nombre, Encarna. De ahí que los dos valgan, uno para los papeles del banco como dice ella, y otro para los que la queremos y tenemos el placer de conocerla.
Ella, la señora Encarna Paula, es la que me cedió esta joya y me explicó algunos de los bordados con que su tía la bordó. Entre la puntilla y el paño, una fina vainica muy sencilla. A medio centímetro del borde del paño, va bordada la cenefa llamada de los Eslabones, de medio centímetro de ancho.
A un centímetro de la cenefa de Eslabones recorriendo del mismo modo todo el paño, con otro tipo de cenefa llamada de las Rosas y las Granadas, de unos dos centímetros y medio de ancho. A un centímetro y medio de la cenefa de las Rosas, lleva otra cenefa llamada de las Piñas y a otro centímetro y medio remata con la misma cenefa de las Rosas.
En las esquinas presenta una elaborada composición floral en ramos rematados por estrellas rameadas una hecha con el diseño llamado botija y la otra menor mezcla del rameo de las Piñas y las botijas. A ambos extremos presenta cinco motivos ornamentales de carácter religioso.
En el centro un diseño que se puede englobar dentro de los estereotipos que representan El Árbol de la Vida. En este caso se trata de una especie de cesto o macetero, del que brota un motivo vegetal, dispuesto de forma totalmente simétrica. También hay quien lo asocia con el símbolo de María la Virgen, concretamente al jarrón con las cinco azucenas de la anunciación. Este motivo central tiene siete centímetros de largo por cuatro de ancho.
A ambos lados del árbol o jarrón, a medio centímetro de distancia van bordadas sendas cruces, ambas sobre una peana de cuatro peldaños. Y rematadas por dos “caracoles” que le dan un aspecto de surtidor o fuente de la que emana agua. La cruz sin perder de vista su significado cristiano, también es una representación esquematizada del anteriormente mencionado símbolo del Árbol de la Vida. Añadiéndole un significado funerario más antiguo, al relacionarlo explícitamente con los símbolos de la renovación, la regeneración, la muerte o lo que es lo mismo la vida. Como es el caso de la cruz, el árbol o la fuente. Las cruces miden cinco centímetros de largo, por dos y medio de ancho y a ambos extremos remata el bordado con dos gallos enfrentados y posados sobre la punta de una veleta. Para los cristianos el gallo representa la afrenta de Pedro cuando negó por tres veces ser seguidor de Cristo. Por eso en muchos templos luce el gallo sobre lo más alto de las veletas, recordando a los cuatro vientos “que no se debe renegar de Dios”.
Pero del mismo modo que el caso de los otros motivos decorativos, su significado simbólico pagano también tiene y le da el mismo sentido relacionado con la regeneración. Como os cuento en el apartado de fiestas tradicionales y más concretamente en la de los Quintos y el Carnaval. Y que podéis consultar en el apartado de fiestas tradicionales.
Pero hay más, recuerdo un día que hablando y aprendiendo del grandísimo Ismael Peña, me comentó que, en la tradición castellana, los diseños de aves bordadas o mejor dicho, representadas con crestas o con coronas, simbolizaban a Cristo resucitado.
Sin embargo, nuestros mayores no saben su significado, ni les importa. Para ellos es simplemente bonito. Pero, aunque no saben por qué, lo cierto es que cuando bordaban paños de los arderos, solían repetir los mismos diseños con cruces, gallos, fuentes, rosas, símbolos en fin relacionados desde muy antiguo con más que la muerte la resurrección o vida eterna.
Todos estos diseños, el Árbol de la vida o jarrón, más las dos cruces-fuentes y los dos gallos, parten de un sencillo hilo negro de doce centímetros de largo, bordado contando un solo hilo.
En mi colección guardo otros paños de los arderos de Arenas de San Pedro, todos ellos decorados con cenefas florales, aves coronadas, cruces y jarrones o árboles de la vida. Paños que están a la espera de ser expuestos para disfrute y goce de todo el mundo.
Curiosamente los últimos paños de los arderos arenenses, hechos para los cestillos, no para cubrir los bancos, eran de tul blanco decorado con pasa cintas y cintas de brillante seda, rematados por un volante hecho con el mismo tul y lazos en las cuatro esquinas. En Arenas abundan paños pequeños para los arderos bordados a punto de cruz con motivos vegetales, en tonos no solo negros, sino ocres, y verdosos.
Añadiré fotos que describen mejor que las palabras estos arderos.
Aquí os dejo un vídeo con la señora Encarna de Navalcán: