En nuestra comarca de Arenas de San Pedro, las tradicionales fiestas de las Nochebuenas (Inmaculada Concepción, Noche Buena, Navidad, Fin de Año y Reyes) comenzaban a partir del día uno de noviembre, día de todos los Santos Difuntos.
Ya que era a partir de esa festividad cuando se empezaban todos los preparativos para realizar la matanza del cerdo. Y en la que se celebraba, entre otras cosas, la nueva cosecha del vino antaño abundante, afamado y renombrado incluso en la corte de Madrid en tiempos de Carlos III (como bien apunta el insigne maestro y amigo Eduardo Tejero Robledo.)
Meses estos a las puertas del invierno, de vital importancia para le economía local. Pues es entonces cuando se dan y recogen, las exquisitas y rentables cosechas de frutos secos. En especial, castañas, nueces y avellanas… Bienes que se complementaban con “el ordeño de los olivos”, para guisar las primeras aceitunas de mesa (ya que las aceitunas que se destinan para la obtención de aceite, se recogen a partir de mediados de noviembre y diciembre… dependiendo del tiempo) Hay una canción conservada en la tradición oral arenense, que ilustra perfectamente el valor de nuestros medios tradicionales de vida. Y que se entonaba justo en este tiempo festividad desde Los Santos Difuntos excluido, hasta bien pasadas las Nochebuenas o Navidades, y llegados a las puertas de los alegres Carnavales, dice así;
El chorizo maldito, que está en el clavo.
Para la Nochebuena, nos le cenamos.
Que resaladita, que dame la mano.
Que resaladito, que ya te la he dado.
Ya llegan los Santos, y el vino nuevo.
Para que las pelonas, echen buen pelo.
Que resaladita, que dame la mano.
Que no me la aprietes, que tengo un grano.
Arenera, arenera, llámale a mañas.
Que de erizos quemando, saca castañas.
Que resaladita, que dame la mano.
Que resaladito, que ya te la he dado.
El coger aceitunas, dijo que es vicio.
A la lumbre se estaba, la que lo dijo.
Que resaladita, que dame la mano.
Que no me la aprietes, que tengo un grano.
Te la doy con firmeza, lechuguina de mi amor.
Para ir a la verbena, juntitos los dos.
Regalo del alma mía, regalo de mí querer.
Los pollos en la cazuela, son pocos y saben bien.
Ni son para ti mi vida, ni son para ti mi bien.
Que son pa la Basilisa, que los sabe componer.
Ese cuerpo. Ese talle. Ese bonito meneo.
Ese cuerpo tan salado, que vale tanto dinero
Qué haces ahí mozo viejo, que no te casas
Que te estás arrugando, como una pasa
Que resaladita, que dame la mano
Que resaladito que ya te la he dado.
Canción que se solía cantar dentro de las casas en las que se mataba o mientras se preparaba dicho evento. También cuando se corría el vino nuevo. Acompañando los primitivos ritmos y cantos, con el son atávico y fundamental de los metales. Golpeados y percutidos magistralmente por las manos de nuestros paisanos, resonando casi por arte de magia, en las simples formas de los prácticos almireces, sartenes, calderillos, cucharas, tenazas, tapaderas de los pucheros… Sonidos y ritmos – no siempre binarios – que se arropaban con un sinfín de coplas, la mayoría de las veces de corte profano y de enamorados.
Canciones y letras que para mejor memorizar la ingente cantidad de versos al uso, iban insertando entre copla y copla de cada tema, una serie de estribillos de rima simple, que se repiten constante e incansablemente. Improvisando y cambiando de ritmo y coplas, según el ánimo de los que se reunían, y por supuesto de la memoria y virtuosismo musical y canoro de los participantes. Dos de los estribillos más cantados en los pueblos del partido y en la propia ciudad de Arenas de San Pedro, por estas fechas, sin lugar a dudas son los que escribo a continuación:
Al son que la repetía. Al son que la repitió
Al son que la repetía. Y al lado del corazónCándida, Cándida, Cándida flor. Por una Cándida, me muero yo
Me muero yo, me he de morir. Por una Cándida, Cándida si(En Candeleda añaden una coletilla final que dice así:
Me muero yo, me he de morir. Por una Cándida, voy a Madrid.
Voy a Madrid, voy a Aragón. Por una Cándida, me muero yo…)
Convirtiendo aquellas noches de afanosas y ajetreadas matanzas, en un tiempo en el que las familias y vecinos se reunían de forma diferente. Y con este pretexto aprovechando que el trabajo duro se relajaba por la falta de luz. Tras el abriquecer, se contaba, cantaba, bailaba, comía, bebía y sobre todo se intentaba pasar un buen rato. En esas tardes cortas con largas y frías noches, y solo en ese tiempo, no faltaban todo tipo danzas-juegos. Como la tradicional canción y juego infantil de La Soga del Guarro o de la Campana.
Juego que además de entretener a la “chiquillería”, servía para alejarles dejándoles trajinar y trabajar a gusto, alejando a los más pequeños, de los cuchillos, el fuego, el agua hirviendo y tantos otros peligros asociados a las matanzas. Formándolos y ayudándolos al mismo tiempo a mejorar tanto su retentiva y memoria, como la agilidad física y mental. Mientras que aprendían a través de las simples normas del juego, a reconocer y dar su sitio a todos y cada uno de los niños y niñas, en igualdad de oportunidades. Ya que este juego no es en ningún caso una competición. Y para jugar a él solo se dependía de la resistencia y agilidad de cada participante.
El juego comenzaba una vez que se descolgaba el cerdo de la soga en la que había estado colgado un día y una noche, para que se “atiesase la carne” antes de ser “estazáo” o descuartizado. De este modo, y una vez que se descolgaba el cerdo, la soga se convertía en un columpio, en el que todos los niños y niñas querían subir. Para ello a la soga se la hacía una serie de nudos en su extremo inferior. A veces se colocaba anudándolo fuertemente, un palo en forma de T invertida en su cabo inferior… Sobre dicho palo o nudos los chiquillos y chiquillas se subían de pié sujetándose con fuerza a la soga con las manos. Aguantando y “remeciéndose” el tiempo que dura en ser cantada-recitada una simpática cancioncilla, cuya versión musical y letra varía dependiendo de cada localidad. Ya que esta costumbre estaba totalmente generalizada en todos los pueblos y villas del partido arenense.
Canción que a veces se cantaba más rápido para hacer bajar antes al participante. O se que ralentizaba alargando el tiempo y a veces la agonía o resistencia del la chiquilla o chiquillo más revoltoso o fanfarrón. Esta canción la entonaban todos los participantes a coro excepto el que se columpiaba.
Lo primero que hacían era organizarse, para disponer los turnos en los que se iban a columpiar. De esto se encargaban los chicos y chicas de más edad “los mayores”. Ellos echaban a suertes el puesto en el que se debían colocar en fila para poder columpiarse, todos los que quisieran hacerlo. Para ello había infinidad de fórmulas. En Arenas de San Pedro, por ejemplo los chiquillos solían “Echar a Aceituna”. Para ello se ponían todos formando un gran corro. La madre o el chaval que iba a sortear sacaba la mano derecha con el puño cerrado hacia adelante y empezaba a contar en voz baja y muy rápido del número 1 al 21. Entre tanto otro cualquiera de los participantes le daba en el puño un manotazo, momento en el que se seguía contando uno por uno por su derecha, señalando con el dedo índice y diciendo cadenciosamente: “6, 7, 8, 9, 10……….. 20, 21 y aceituna. Y la niña o niño que era señalado cuando decía la madre “y aceituna” se iba colocando en una ordenada fila.
En Arenas y los pueblos de su comarca las “corroblas” o pandillas de chiquillos eran muy numerosas, por lo que esta fórmula era ideal en estos casos. Abundando en la mayoría de los pueblos de nuestra comarca, otro tipo de fórmulas muchos más cortas y de rima sencilla. Como por ejemplo una de las formas más bellas y antiguas de echar a suertes, que hasta la fecha he encontrado en esta mi amada tierra. La recogí en la villa de Santa Cruz del Valle, a la Sra. Carmen García sentados ambos en el poyo amplio del Tajón, frente a su carnicería. Me llamó mucho la atención, porque en ella se menciona a uno de los personajes más mitificados de la reconquista y repoblación del Partido arenense en el siglo XI. Hablo del valeroso Caballero abulense Zurraquín, azote de las tropas del rey taifa de Toledo y más aún de la ciudad bereber de Talavera.
Personaje cuyas gestas fueron cantadas en romances y viejas canciones, pues “fizo moito bien a los reinos de Castiella, et peleando a los moros”. Coplas y cantares que abundan en las tierras de Ávila, sobre todo en las amplias dehesas amblesanas y morañegas. Siendo este caso de Santa Cruz del Valle, el único en el que se menciona y recoge el recuerdo de dicho personaje de nuestra historia particular abulense y castellana, a este lado de la sierra de Gredos. La fórmula es corta y se van sorteando de cuatro en cuatro tiempos con esta frase: “Butón, butera. Zurriquin y afuera”.
Estas fórmulas antiguas de sortear los puestos en la infancia, se han mantenido junto a otras más modernas como esta por ejemplo:
“Una dole, tele, catole, quile, quilete, estaba la reina, en su gabinete. Vino Gil, apagó el candil. Candil candilón, cuenta las 20 que las 20 son. Policía y ladrón.”
“Mi abuela tenía un gato, las tripas le hicieron guá. Arremoto piti poto, arremoto, piti pa. Yo tengo una cinta blanca, para el hijo de Esperanza. Yo tengo una cinta azul, para el hijo de Jesús. La cinta morada, color de manzana, manzana podrida, de tres y salida.” Formas infantiles de sortear los puestos en los juegos, que cuando se entraba en la adolescencia, daban paso a otra manera de sortear mucho más drástica y en absoluto democrática. Ya que por lo general los puestos o equipos los decía él o la «capitana», «madre» o líder de cada corrobra.
Una vez sorteado y aceptado el puesto en el que cada niño o niña ha de columpiarse, se subía el primero que había sido “librado”, y los demás comenzaban a corear con fuerza y ritmo la canción-juego de la Soga o de la Campana. Al tiempo que era impulsado siguiendo el ritmo cadencioso y binario de esta bella canción infantil acumulativa. Muy del gusto de nuestros antepasados (como la canción juego de la Pava Capona que me puso un huevo, que de media arroba… cantada en la señorial y para mi importante Villa de La Adrada dónde la recogí por vez primera. O el romance-juego de la Herencia del Pastor, La Mosca y la Mora, etc.) La versión arenense de la canción del Columpio de la Soga o de la Campana decía lo siguiente;
Dale a la campana
dale que ella avisa
No le doy no quiero
que está mala mi tía
¿Con qué la curaremos?
Con palos que la demos
¿Dónde están los palos?
La lumbre los ha quemado
¿Dónde está la lumbre?
El agua la ha apagado
¿Dónde está el agua?
El buey se la ha bebido
¿Dónde está el buey?
A sembrar un poco trigo
¿Dónde está el trigo?
La gallina se lo ha comido
¿Y dónde está la gallina?
En el gallinero. Encima la tierra, y debajo del cielo.
Justo en la última frase, el coro ralentizaba la canción, y el o la siguiente en subir al columpio, le daba los últimos empujones, cada vez con más fuerzas hasta recitar la última frase y con ella dar el último y más fuerte de todos los empujones. Dejando mecerse en el columpio hasta que este perdía velocidad e inercia. Momento en el que se subía el siguiente chiquillo o chiquilla y vuelta a empezar la melodía. Por lo tanto, en este último tramo del juego, el ritmo de la cancioncilla se ve forzado a cambiar y adaptarse a los últimos “remecidos” o impulsos. Al tiempo que cantaban todos a coro la siguientes coplillas a modo de remate final:
Esta por la campana chica
Esta por la medianita
Y esta por el campanón
que se “asuba” (o “amonte”) otro ratón.
Como os comentaba al principio, las Fiestas de las Nochebuenas, comenzaban a partir del día 8 de diciembre. Día dedicado a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Fiesta que tradicionalmente ha recibido el nombre de “La Virgen de las Matanzas” por estas tierras de dehesas y sierras. A partir de ese día salían las primeras rondas por las plazas y calles de nuestros pueblos y villas. Cantando las tradicionales rondas y tonadas del Valle. Muchas de ellas cargadas de un toque algo tristón o al menos melancólico – sobre todo las rondas de los Quintos.
Utilizando sólo instrumentos de percusión. Muchos de ellos construidos para el momento aprovechando las pieles, tripas, vejigas y otros elementos dentro de los múltiples recursos que ofrece tanto los animales domésticos, como la fértil naturaleza de las tierras arenenses. Ya que en ese día o en los días próximos al 8 de diciembre, se solía llevar a cabo la tradicional matanza del cerdo. Costumbre que por lo general incluía matar otros animales como por ejemplo una cabra vieja, una gallina o gallo. Ya que la gran variedad de embutidos tradicionales –la mayoría perdidos u olvidados- incluía un tipo de chorizo especial hecho con carne de cerdo y cabra que aún se elabora en algunas casas.
El que se lo podía permitir aprovechaba para matar un choto o carnero. Ya que las condiciones meteorológicas en estas fechas, son las ideales para secar y curar las carnes embutidas, adobadas, saladas, ahumadas. Carnes con las que asegurarse un suministro de proteínas y grasas durante los meses más fríos y rigurosos del calendario serrano, o con las que comerciar e intercambiar por otros productos básicos escasos en estas tierras, como el trigo por ejemplo – de hecho hasta mediados del siglo XX, era normal que bajasen los serranos y serranas del otro lado de la sierra, para cambiar los jamones por tocino o aceite. Trueque que se hacía al peso, tantos kilos de jamón, tantos de tocino o de aceite.
Así era la maquila entre los habitantes de uno y otro lado de esta nuestra Sierra de Gredos. Basando sus economías en la complementariedad de productos y recursos. Lo que hacía muy común los matrimonios mistos entre las familias de la cara norte de Gredos, con nosotros los de la vertiente sur. Pues con ello se aseguraban una buena despensa. Costumbre que era más común entre los pastores y especialmente los cabreros y vaqueros, pues eran ellos los que mejor conocían los pasos y pastos serranos.
Aunque lo cierto es que para hablar solo de las matanzas, necesitaría al menos un espacio exclusivo, dedicado totalmente a este tema, que dejaré para otra ocasión. Si quisiera decir que las matanzas en estas tierras eran algo más que una gran fiesta de tipo profano y típicamente familiar. Ya que para nosotros representaba el sacrificio y la comunión directa, sin intermediarios y en su más puro estado. El hombre cabeza de cada familia actuaba de anfitrión y como tal de jefe y guía, distribuyendo tareas y puestos en el trabajo. Solía ser el que clavaba el gancho al guarro para llevarlo a la mesa o ara de sacrificio, dándole muerte certera y pronta.
Mientras la matriarca, del mismo modo que el patriarca, organiza a las mujeres y las tareas. Al tiempo que se encarga de recoger la sangre del cerdo en un barreño o puchero de barro, removiendo sin cesar la sangre con la mano o con un cucharón de madera, para evitar que la sangre se coagule o cuaje.
A poco que observemos estos actos, nos damos cuenta de que estamos ante una fiesta ritualizada, que va más allá del simple y necesario hecho de nutrirse y saciar el hambre. Alguna vez nos hemos preguntado por qué para matar a los cerdos se necesita una mesa “matancera” que no cualquier mesa. Cuando a todos los demás animales domésticos basta con un cuchillo o hacha para su sacrificio. O por qué ha de ser el patriarca el que clave en el corazón del cerdo el cuchillo “matancero” –cuchillo que junto a otros solo se utilizaban en estos rituales, cuidándose celosamente envueltos en trapos y aceite para evitar su oxidación- O por qué tiene que ser la matriarca la que remueva la sangre del cerdo evitando su coagulación (sangre con la que se elaboraban las ricas morcillas de calabaza, arroz, piñones, acelgas, huevos, cebolla…)
Personalmente creo que en aquellas matanzas de nuestros abuelos, se dieron cita los últimos rituales heredados de tiempos perdidos, en los que las cosas se hacían de la mejor forma y manera posible, aprovechando todos los recursos disponibles o al alcance, sin perjudicar al medio que se los proporciona. Independientemente del sentido festivo y el origen ritual de esta fiesta y sacrificio, no hay que olvidar que para realizar la matanza, los días previos había que preparar un montón de cosas trabajando enconadamente.
Por un lado había que fregar y acondicionar todos los “bártulos” necesarios; artesas, cuchillos, barreños, calderos, cestos, leña, pucheros, sogas… cosas que solían realizar los hombres… Por otro lado había que tener listos los condimentos y alimentos necesarios como pudieran ser las calabazas, las cebollas, los ajos, el pimentón, el orégano, el clavo, la pimienta, el vino blanco, el arroz… los cestos de mimbre en los que echar las tripas y el mondongo, la cabeza, huesos, etc. Aperos y útiles que había que fregar, afilar, y poner a punto para que todo estuviese listo y nada fallara el día de la matanza. Y por supuesto invitar a quienes se quería tener en casa como ayudantes los días de la matanza. De todo esto se solían encargar las mujeres de la casa.
En nuestras poblaciones era costumbre invitar personalmente a los familiares, vecinos y amigos, para que acudiesen a la matanza más que en calidad de invitados, como ayudantes. Lo que daba a esta fiesta y rito un carácter mucho más entrañable, en el que se tejían mucho más fuertes los a veces frágiles hilos de la amistad o consanguinidad, reforzándolos de este modo. También era costumbre invitar de forma muy especial a las novias y a los novios de los hijos e hijas del que mataba. Eso sí una vez que estos y estas “entraban” en casa de los padres de sus respectivos novios y respectivas novias. De este modo la familia sopesaba, examinaba, aceptaba o rechazaba al novio o novia en cuestión, dependiendo de la capacidad de trabajo y “buenas mañas” que demostrasen en las matanzas. De tal modo que tanto los novios, como las novias solían trabajar más duro en las casas de sus futuros suegros que en las propias. Con el único fin de hacerse con el favor de los padres de su amada o amado.
En otras ocasiones cuando el patriarca de la familia que mataba no sabía, podía o quería matar y destazar el cochino, se contrataba a un “matachín o matarife” profesional, que a cambio de un poco de dinero, mataba y descuartizaba al animal. Aunque por lo general el noventa por ciento de los habitantes de nuestro partido, sabían no solo como matar un cerdo con prontitud y profesionalidad, sino descuartizarlo. Cosa que no es nada fácil, ya que del cerdo se tenía que aprovechar absolutamente todo.
Otro de los momentos en los que los novios y novias acudían a casa de los futuros suegros, era el día que se pelaba y cocía la calabaza. Los hombres cortaban y pelaban las enormes y durísimas calabazas o cogorzas que es como se las llamaba en mi tierra. Mientras que las mujeres se encargaban de trocearlas y echarlas en unos grandes calderos de cobre en los que hervían durante horas. De vez en cuando la “calabazá” era removida con enormes cucharones hechos con madera de fresno o de pino. A medida que la calabaza se iba cociendo, se iba echando en grandes sacos de arpillera. De este modo se iba escurriendo el agua dejando tan solo la calabaza cocida.
Para acelerar este proceso, se solían poner los sacos sobre los poyos de piedra, y sobre los sacos una tabla y sobre la tabla por último se ponía peso, como por ejemplo una serie de piedras o ladrillos. Para que de este modo la presión del sobrepeso sobre los sacos de arpillera, facilitara que se escurriera toda el agua. Dejándolo así escurriendo toda la tarde y noche hasta la mañana siguiente. Perfumando con su dulce aroma las calles y plazas de nuestros pueblos. El día de la matanza, se sacaba la calabaza de los sacos y se echaba en un artesón de madera o en un barreño, quedando lista para convertirse en sabrosas morcillas.
La tarde antes del día de la matanza, se juntaban las mujeres en las amplias cocinas, para pelar y cocer kilos y kilos de cebollas. Mientras otras en animados corros y conversaciones pelaban y machaban ristras y ristras de ajos… Mientras la matriarca iba separando, pesando y midiendo todos los condimentos, dejando preparado todo lo que iba a utilizar. Pues cada mujer tenía y aún tienen su forma especial de “guisar la carne” con sus propias medidas, gustos y trucos. Costumbres que pasaban formando parte de la herencia familiar solo de madre a hija o de abuela a nieta.
Del mismo modo que en el caso del patriarca cuando no quería, podía o sabía matar y destazar al cerdo. La matriarca de la familia que no sabía, quería o podía guisar su matanza, contrataba a las «guisanderas” (no confundir con el gentilicio de las mujeres de Guisando) Las guisanderas eran mujeres que se dedicaban a este oficio de ir de casa en casa guisando las matanzas a cambio de algo de dinero o cobrando su trabajo «en especias». Aunque he de decir que del mismo modo que en el caso de los hombres, más del noventa por ciento de nuestras mujeres sabían perfectamente “guisar” sus propias chacinas.
Aunque estas tareas solían ser realizadas por las mujeres, lo cierto es que aquellos días en las casas se reunían tanto hombres como mujeres. Y más concretamente la “mocedad”. Ellos acudían con la escusa de ayudar a las mujeres a pelar las cebollas, removerlas o sacar y poner los grandes y pesados calderos de los trébedes o llares de la lumbre. Ayudando entre broma y broma, siempre relacionadas con la asociación que tradicionalmente se ha tenido de la “cebolla pelá” y el sexo. De hecho se solía cantar el cantar de Agustín el Cebollero, dice así;
Por las calles de Madrid, trianlaranlan
Se paseaba el cebollero, trianlaranlan, laran, larero
Se paseaba un cebollero
Vendiendo va las cebollas, trianlaranlan
Por muy poquito dinero, trianlaranlan, laran, larero
Por muy poquito dinero
Y en la ventana una dama, trianlaranlan
Suba, suba el cebollero trianlaranlan, laran, larero
Suba, suba el cebollero
Que tengo yo de guisar, trianlaranlan
Dos perdices y un conejo, trianlaranlan, laran, larero
Dos perdices y un conejo
Y ha subido el cebollero trianlaranlan
Y se ha comido el conejo, trianlaranlan, laran, larero
Y se ha comido el conejo
Y a eso de la media noche trianlaranlan
Las dos perdices cayeron, trianlaranlan, laran larero
Las dos perdices cayeron
Y a eso de los nueve meses trianlaranlan
Parió un niño cebollero trianlaranlan, laran larero
Parió un niño cebollero
Lo fueron a acristianar trianlaranlan
A la iglesia de otro pueblo, trianlaranlan, laran larero
Y a la iglesia de otro pueblo
Y por nombre fue a dar trianlaranlan
Agustín el cebollero, trianlaranlan, laran larero
Agustín el cebollero
Y así transcurría el tiempo hasta que llegaba la noche, y el trabajo se volvía a tornar alegre reunión y fiesta. Momentos en los que tanto los más jóvenes como los más mayores hacían resonar los morteros, almireces, sartenes, calderillos, cucharas, tapaderas o tenazas de la lumbre. Vengándose así con los mismos “instrumentos de tortura o trabajo”, transformándolos en instrumentos musicales ideales para la diversión, el relax y el esparcimiento. Y así de esta inteligente forma basada en la cooperación y la funcionalidad, las familias que iban a matar, la noche antes rondaban no solo en sus casas, pues a veces, la fiesta casera de tipo familiar salía por las calles, rondando a amigos y demás vecinos con alegres canciones relacionadas con las matanzas, el vino, las castañas, las aceitunas y por supuesto el amor y el desamor. Sirvan de ilustración algunas de aquellas coplillas sacadas del cancionero tradicional del partido arenense cantadas el día de la Virgen de la Matanza:
Orégano nos dé Dios, que guarro no ha de faltar
Que tiene un cuajo mi novio (o novia), que no se puede aguantarEn esta calle vivía, la moza calabacera
La que me dio calabazas, antes que la pretendiera
Y me dio calabazas, de mil maneras
De otoño de verano, y de primavera
Las de invierno me trajo pa Nochebuena
dándome calabazas de “toas” manerasEsta noche rondan mozas, que no pelan calabazas
Y mañana los mocitos, que no anden de matanzaEres tan feo y tan guarro, que de verte me asusté.
Eres el vivo retrato, del guarro que maté ayerMira que he andado de matanzas, guisando de aquí pa allá
Y solo he visto a cochinos, que no valen para náEl día que tú mataste, nunca lo voy a olvidar
Que “sos” comisteis el guarro, cuando estaba sin pelarA pelar calabazas, bien que me invitas
Pero pa las funciones, quita de ahí quitaEsta ronda es de claveles, y de las rosas tempranas
Que resuenan almireces, porque estamos de matanzaNo sabe atar chorizos, tu novia guapa
El que no se revienta, se le desataNo sabe atar morcillas, tu novia guapa
Que inque las pise un mulo, no sacan grasaNo sabe hacer adobo, tu novia nueva
Por echar la pimienta, le echó canelaSi me das del perejil, que llevas bajo arrearte
yo te daré una morcilla, de mi guarro cuando mateCuando mi padre mató, me mando a por pimentón
Como no tenía talega, lo “trají” en el calzónCuando mi madre parió, me parió en una artesa.
Se dejó una tripa fuera, y ahora se me pone tiesaComo son Nochebuenas, te hago la pascua
Te tengo preparadas, las calabazas
Las calabazas niño, bien las mereces
Por ahumarme la casa, de leña verde.
Y así hasta que llegaba la mañana de la matanza. Ese día todos madrugaban, tanto hombres como mujeres, niños y mayores. Y ya antes de salir el sol, con las primeras luces del día, acudían a la casa familiar los selectos participantes de la matanza. Las mujeres preparaban un fuerte desayuno. Café, leche, chocolate, churros, sopas canas, migas, huevos fritos y algún embutido de la matanza del año anterior. Tras lo cual solían beber una o más copas de algún licor como por ejemplo aguardiente, arsenta, anís, coñac, etc. al tiempo que el patriarca ofrecía tabaco –generalmente puros- a los hombres invitados, para empezar el día con estímulos y ganas.
Después del denso desayudo salían de la cocina y tras colocar la mesa matancera e instrumentos necesarios a la puerta o en el zaguán de la casa. Iban en busca y sacaban el guarro con el gacho clavado en la quijada, lo agarraban entre cuatro o más hombres, lo inmovilizaban mecánicamente y lo subían a la mesa matancera sacrificándolo sin más dilación.
Una vez sacrificado y desangrado al cerdo o cerda, se le socarraba con retamas de piorno, jara o brezo y luego se le daba un baño con agua caliente, con una doble intención. Por un lado servía para limpiarle la suciedad. Y por otro para ablandarle las duras cerdas o pelos. Por eso y al tiempo que se le iba echando el agua caliente, con un cuchillo especial y una piedra se le “pelaba” poniendo mucha atención en todos los rincones del animal, incluyendo las orejas o el rabo. A continuación se le volvía a lavar con agua caliente y dar el último raspado asegurándose de que el animal quedaba perfectamente limpio y pelado.
Una vez que se había “socarrao y limpiao” el animal se colgaba boca abajo de la pelvis o “hueso de cagalar” con una maroma – la soga del Columpio de la Campana…- para abrirle en canal con más facilidad e higiene. Antes de abrir el vientre del cerdo, se ponía debajo de él un artesón o un gran barreño de barro, con el fin de que las vísceras no cayesen en el suelo ensuciándose con la tierra. Una vez abierto en canal y “vaciado” el cerdo, la matriarca con un grupo selecto de mujeres recogía y separaba en un cesto de mimbre las tripas y el estómago del animal, y acto seguido se iban a un arroyuelo o garganta en donde las limpiaban concienzudamente.
Ya que con esas tripas embutirían al día siguiente los chorizos, morcillas, salchichones y lomos embuchaos. Haciendo con el mondongo o estómago un embutido muy especial y especiado, el sabroso «Bondejo». Una vez limpias las tripas se dejaban en agua con sal y vinagre, lo que las daba más resistencia y elasticidad. Para facilitar el tedioso trabajo de dar la vuelta a las tripas, nuestras mujeres se ayudaban con una ramita de jara en forma de arpón o anzuelo, con la que realizaban esta labor de dar la vuelta a las tripas mucho más rápido, con más maña que esfuerzos. Esta tarea además de ingrata por los efluvios propios de estas vísceras, se veía agravada por el intenso hielo de la mañana y las gélidas aguas que bajan bulliciosas y puras de la alta sierra, en las que tenían que meter sus manos durante horas. Siendo normal tener que romper el hielo de los arroyos y gargantas con una piedra, para poder acceder a la corriente cristalina. Por eso solían llevar una cobra o recipiente de metal con tres patas, en el que ponían agua a hervir, para de vez en cuando meter las manos y desentumecerlas un poco, para de este modo poder seguir limpiando las tripas y el mondongo del guarro.
Los hombres mientras tanto seguían atareados con el cerdo. Ya que la siguiente maniobra solía ser la de cortarle la cabeza. Descarnándola para hacer las saladas y sabrosas “jetas o carrillás”. Separar las demás vísceras y colocar al cerdo dos palos llamados de diferente forma dependiendo de la localidad – en Arenas se llaman Tieseras o Estieseras– y cuya finalidad es el mantener al cerdo totalmente abierto en canal hasta el día siguiente o momento de su “destace”. Luego lo colgaban y seguían comiendo alguna víscera o parte del cerdo asada, regándolo eso si con bien de vino.
Las orejas y el rabo se lo solían dar a los chiquillos, estos lo asaban sobre una teja o piedra de la lumbre comiéndoselo, como una golosina. Costumbre esta que vista ahora con la perspectiva del tiempo, creo que era otra forma de mantenerlos entretenidos y lejos del fuego y de los peligrosos cuchillos… pues mientras se peleaban, asaban y se comían el rabo y las orejas del cochino, no estaban incordiando o lo que era peor para nuestros mayores, entorpeciendo el trabajo. Y es que esos primeros momentos de la matanza, cuando sacan al cerdo, lo suben a la mesa y lo matan entre los tremendos y ensordecedores gritos del desesperado animal. Eran sin lugar a dudas, uno de los reclamos más fuertes de los que tengo memoria y recuerdos de mi infancia. Poniendo tal situación a los más pequeños de la familia, en un estado emocional de gran excitación y nerviosismo, que iba descendiendo a medida que transcurran las horas del día.
Yo mismo y mis amigos cuando en nuestra infancia tan solo teníamos que seguir los gritos de los cerdos para ir a ver este acontecimiento hasta hace poco tan importante, excitante e impactante. Por eso creo que para controlar todos esos sentimientos y emociones tan fuertes para un niño o niña, crearon nuestros mayores todos estos juegos como el de la Soga, y otros entretenimientos, con la intención de mitigar la fuerza tan atroz, como necesaria de una matanza.
Otro truco para “quitarnos de en medio” en determinados momentos desagradables o peligrosos, consistía en mandarnos a casa de una vecina o familiar que vivía lejos, a “por un kilo de tardanza”. Y allá que íbamos, a por el kilo de tardanza que nos habían encargado pedir y llevar. Entonces cuando llegábamos a la casa de tía Fulana o tío Mengano y hacíamos el encargo o mandao, nos hacían entrar en su casa nos sentaban en una silla ante una mesa y sacaban en un plato un puñado de lentejas, garbanzos, judía blancas y pintas, carillas, etc. todos revueltos. Y ahí nos tenían entretenidos un buen rato, contándolas y separándolas sin dar molestias a los que estaban de matanza. Hasta que nos cansábamos y volvíamos con “el kilo de tardanza”, o hasta que nos dábamos cuenta del engaño porque nos revelaba el misterio un primo o amigo mayor.
En otras ocasiones nos mandaban del mismo modo muy lejos a por cualquier cosa, como por ejemplo, “a por el cesto para echar los sesos del guarro”. Y claro tú ibas donde se te mandaba a pedir el cesto, llegaba a la casa y el dueño con la escusa de tenerlo que buscar te tenía ahí el tiempo que estimase oportuno. Luego aparecía con un cesto grande mimbre y cuando regresabas con el cesto para los sesos, lo cogían y echaban cualquier cosa que pesara, tapándolo con un trapo y mandándote de vuelta a devolverlo. Imaginad la cara que se les quedaba a aquellos niños, cuando veían los sesos del cerdo en un platito, como es normal no en un cesto de mimbre. Listos para ser fritos y consumidos en el momento por los presentes, generalmente con huevo en una especie de tortilla.
Mientras la mayoría de los hombres y mujeres se afanaban cada cual en su tarea, siempre había alguno o alguna que se encargaba de coger la vejiga del cerdo, limpiarla y guardarla. A veces cuando se mataban más de dos cerdos, alguna vejiga se inflaba en el momento convirtiéndose en una pelota con la que jugaba la chiquillería. Pero en la mayoría de los casos las vejigas se reservaban para fines más altos. Ya que con ellas se fabricaban las zambombas que resonarían en Nochebuena. Aunque algunas personas utilizaban la piel de los conejos de campo o grandes pieles de cabras, dependiendo del tamaño que quisieran dar a cada zambomba.
Este instrumento tradicional ampliamente distribuido por el mediterráneo, tiene muy honda tradición como instrumento tradicional de las Nochebuenas arenenses. Las hay de varios tipos. Las más comunes solían hacerse con un puchero al que se le había roto el “culo” o fondo. Para ello se ajustaba una caña a la piel tensa o parche, haciéndola vibrar con la mano humedecida. Otras zambombas solían hacerse con troncos de castaños o alcornoques huecos y pieles de cabras. Al parche se le pone un “pincho” de brezo o jara y en el se inserta la caña. Las había tan grandes que eran llevadas en carretillas por una persona mientras que otro la iba “zumbando” y otro humedeciendo la mano del que la zumbaba. Para aumentar su capacidad sonora a veces en su interior se colgaban una serie de castañuelas, que repicaban haciendo los contragolpes o contra ritmos propios de la zambomba.
En Pedro Bernardo se hacían unas zambombas muy especiales y diferentes al resto de las zambombas del valle. Estas eran cuadradas y sin caja de resonancia. O como panderetas cuadradas – adufes – con la caña y pincho en medio. Hoy en día las hermosas villas de San Esteban del Valle y Casavieja siguen con esta interesante tradición, rondando en las Nochebuenas con enormes zambombas que ellos mismos se fabrican según sus costumbres. Y con las que hacen vibrar los cristales de las ventanas y puertas en las que resuenan.
Pero no todas las vejigas estaban destinadas a convertirse en pelotas o zambombas. Muchas de ellas se guardaban para otras fiestas, igual o más importantes. Fiestas todas ellas integradas o formando parte de las fiestas de Invierno, y que abarcan los meses de noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo. Una de esas tradiciones se llevaba a cabo a partir del día de San Silvestre el 1 de enero, repitiéndose cada domingo hasta el carnaval, miércoles de ceniza excluido. En muchos pueblos a partir del día 1 de enero y durante todos los domingos después de la misa mayor, salían a recorrer las calles mozos –por lo general quintos- vestidos de espantos con varas de mimbre en las que anudada de una cuerda pendía la vejiga del cerdo hinchada. Arma con la que golpeaban y acosaban sobre todo a las mozas y a los chiquillos.
Así hacían por ejemplo y entre otros los temidos disfraces o mejor dicho «trajes rituales» de los Cucurrumachos, Machurreros, Manchurrones, Jarramachos, Jarramaches… nombres que varían en cada localidad, no así su sentido y origen común prerromano (hay quien asocia a estos personajes con los Equites de Luperco de las fiestas Saturnales romanas). Una característica de este tipo de personajes – que para nosotros representan sencillamente las fuerzas del mal, las enfermedades y penas asociadas al frío y las escaseces propias del invierno- es que todos ocultan su identidad personal tras terribles mascaras pintadas y decoradas con el único fin de atemorizar.
Para ello utilizaban cuernos, crines, pieles, huesos de todo tipo… por ejemplo en Montesclaros y Arenas de San Pedro, el día de San Sebastián – el 20 de enero- los quintos del lugar se vestían de Jarramaches golpeando a los asistentes con las vejigas en la profana procesión del Santo, hasta que fue prohibido en el siglo XVIII bajo pena de excomunión por el Sr. Obispo de Ávila. La costumbre y fiesta desaparecieron con la severa prohibición. Mientras que en Guisando era el día de domingo Gordo de Carnaval cuando salían los Jarramachos con el mismo fin que en los casos anteriores armados con las varas y las vejigas de los cerdos o de las cabras sacrificadas. Y disfrazados con sus pieles, cráneos o cuernos.
Del mismo modo en Pedro Bernardo salían los quintos del año, vestidos con máscaras y ropas militares, portando la vara, la cuerda y la vejiga del cerdo, cada domingo después de la misa mayor, desde el día de San Silvestre hasta el Domingo Gordo de Carnaval… recorriendo esta villa tan bonita, para asustar y acosar a los niños y niñas… El día de San Sebastián, los niños y los no tan niños de Pedro Bernardo, acompañaban la procesión del Santo con los tradicionales «Peorros» -que ellos mismos se fabricaban con una rama de sauco, malgüele -nogal negro- o de fresno. Provocando con ellos un ruido atronador, que aumentaba la tensión de todos por la posible e inesperada aparición de los Machurreros.
Otro uso que se les daba a las vejigas del guarro, era para hacer otro instrumento musical llamado “arrabel”. Este instrumento consistía en una rama algo combada, servía desde una simple caña, a un verdugón de mimbre, pues la vara debe tener flexibilidad. Luego se ata un sedal o cuerda finita a ambos extremos de la vara, convirtiéndolo en una especie de arco, en el que se encaja la vejiga hinchada en su parte inferior y ya está hecho el “arrabel”. Para hacerle resonar basta con frotar la cuerda con un arco hecho con crines de mulo tordo a ser posible, como si fuese un violonchelo. No hay que hacer nada más, ya que se trata tan solo de frotar con el arco para mantener el ritmo con una única nota al aire, sin sacar melodía alguna.
Otra cosa muy diferente era el arte de curtir las pieles para darlas un uso “instrumental”. Tras desollar a las reses había que seguir un largo proceso hasta completar el curtido. Ya que es un proceso que dura varias semanas si se quiere hacer bien. Si no se dispone de mucho tiempo lo que se solía hacer era meter la piel enrollada con el pelo por dentro, en un estercolero. Este proceso podía quemar la piel, por lo que había que vigilarla con mucha frecuencia desenrollarla y volverla a enrollar. Además siempre se impregna de un desagradable olor, al olor de por si desagradable de las pieles curtidas.
Por eso la mayoría de nuestros curtidores o curtidoras lo primero que hacían era recién desollada la res, cortar el trozo de piel que se fuera a utilizar. Una vez contado el trozo con un cuchillo se raspaba la piel eliminando la grasa y otros restos propios de la parte interior de la piel del animal. A continuación se la daba la vuelta y con un poco de agua y mucha sal, se frotaba el lado del pelo de la piel, mezclándolo con un poco de ceniza de encina o mejor aún, ceniza de la corteza de la encina. Frotando la mezcla con energía durante una hora aproximadamente. Luego se doblaba o enrollaba la piel, dejando el pelo en el interior. Repitiendo este proceso como poco una vez por semana, hasta que el pelo de la piel se cae solo. Entonces la piel está lista para ser pelada. Esto se hacía a mano tirando de los pelos o con la ayuda de un cuchillo. El problema del usar el cuchillo, era que se podía dañar la piel. Por lo que generalmente se pelaban a mano tirando directamente del pelo con la ayuda de una costilla de ternero.
El segundo paso una vez que tenían lista la piel, era preparar el aro en el que se iba a tensar. Una vez seleccionado el aro, se humedecía la piel dejándola unas horas metida en agua con mucha sal, para darle la elasticidad necesaria. Clavando la piel al aro con pequeñas puntas o tachuelas, hasta conseguir tensarla totalmente. Siendo esta parte, la del tensado del parche, la más complicada de todo el proceso. En Arenas de San Pedro solían decorar las panderas con pinturas realizadas con una tinta que ellos mismos se fabricaban. Tinta de la que solo sé que se utilizaba para su elaboración las larvas que crecen dentro de las gallas de los robles y el ocre de las minas de Castañarejo y la Tablá, entre otras cosas. Con estas pieles y algunos huesos nuestros antepasados directos hacían no solo bellos instrumentos musicales, sino todo tipo de objetos suntuosos o herramientas.
Uno de los usos más generalizados, sobre todo en Arenas de San Pedro y sus tres anejos la Parra, Ramacastañas y Hontanares, Guisando, El Hornillo o el Arenal, será para la elaboración de los impresionantes panderos. Instrumentos que del mismo modo que las zambombas, solo sonaban en las fiestas de invierno y más concretamente desde la matanza hasta las Nochebuenas. Destacando de entre todas poblaciones del Valle la capital del partido, Arenas de San Pedro por la fabricación y uso de dichos panderos. Panderos que tocaban solo los hombres, colgándoselos con una adornada cinta del hombro izquierdo (los diestros). Haciéndolos resonar vigorosamente de forma monótona e incansable -como si de un mantra se tratase…- con la ayuda de dos cañas de angélica.
Estos panderos arenenses de más de medio metro de diámetro los más pequeños, se hacían con diferentes pieles según gustos y disponibilidad de las materias primas. Lo primero que se necesitaba es el armazón de madera. Generalmente bastaba con un gran harnero, cedazo o criba rota. Cuando no se los fabricaban ellos mismos con varas de castaño. Para ello las cortaban el año anterior para San Andrés. Una vez secas sacaban las tiras y con la ayuda del fuego y del agua las iban arqueando hasta darles la forma deseada, formando un aro resistente y al tiempo ligero. No olvidemos que estos panderos arenenses, se llevaban colgados del hombro durante horas.
En cuanto a la piel, los que tenían cabras los hacían con pieles curtidas de cabras. Los que tenían ovejas de ovejas. Y los que tenían vacas, de piel de vaca. Otros desollaban a las caballerías que morían de forma natural –estos panderos eran los más grandes y los que requerían aros especiales- Pero también podían ser de piel de perro. Para hacer los panderos con la piel de los perros, no se les mataba exprofeso. Solo se usaban cuando estos morían de muerte natural. Pero no se hacían de cualquier perro, tenía que haber sido considerado como un miembro más de la familia. Por eso estos panderos de piel de perro, se cuidaban muy mucho de no romperlos, pues era una forma de mantener la memoria viva de tan querido animal. Yo tengo uno que me hizo mi paisano Perchel, con la piel de Lobi, un precioso pastor alemán que cuidábamos y queríamos los vecinos de la bolera, al que en mala hora atropelló un coche.
Dependiendo del tamaño pero sobre todo de la piel, cada pandero tiene un sonido diferente. Así el sonido de los panderos de piel de perro suelen ser los más grabes. Los de mulo, burro o caballo, también tienen un sonido grave. Los panderos de cabra y oveja vieja tienen un sonido más agudo. Pero las mejores pieles son las de “choto abortizo”. Esto es la piel de un choto que hubiera nacido muerto o aborto. Diferentes sonidos que junto al constante y repetitivo ritmo, inundaban las calles, llegándose a escuchar incluso a varios kilómetros fuera de la ciudad.
Para que no se combaran, se les solía poner por la parte trasera unos alambres cruzados a modo de tensores, en los que además se insertaban esquilas, cascabeles o sonajas. Sonajas que se fabricaban ellos mismos reciclando el metal maleable de las diferentes latas de conserva de la época.
Del mismo modo que comentaba al principio, como sucedía en San Esteban del Valle y Casavieja, poblaciones en las que es la zambomba el instrumento tradicional fundamental en las Nochebuenas. Puedo afirmar que Arenas de San Pedro y en Guisando lo son las panderas. Panderas y zambombas que aún resuenan en nuestras poblaciones, recordándonos en el silencio frío de las noches de invierno, que estamos de fiesta. No en vano el cancionero tradicional de nuestra tierra está lleno de referencias a estos instrumentos reflejando su importancia. Sirvan estas pocas coplas de ejemplo
La zambomba tiene pujo, y el que la toca cagueta
Si no me das aguinaldo, me he de cagar en tu puertael pandero que resuena, es de pellejo de oveja
Ayer andaba en la sierra, ahora resuena a tu puertaEl pandero que resuena, es de pellejo de cabra
Como no tie quien la toque, el jodío no dice nadaDale compañero dale, a la pandera que suene
Que está muy lejos la cama, donde mi morena duerme
Ese galán que ha cantado, habrá dormido con ella
Para saber dónde está, la cama de esa doncella
No compañerillo no, yo no he dormido con ella
Que una vez que estuvo enferma, subí con su madre a verlaLos golpes de ese pandero, me dan en el corazón
Como si de plata fueran, las manos de tocador
Cuando pases por mi puerta, he de asomarme al balcón
Me he de asomar al balcón, aunque caiga el agua fría
Cuando pases por mi puerta, cariño del alma míaDale a la zambomba, dale al almirez.
Dale a la pandera, que resuenen bien
Que suenen bien, que retumbarán,
que ya es Nochebuena, que ya es Navidad
Junto a estos instrumentos típicamente tradicionales de las Nochebuenas, era en este tiempo del frío invierno y las noches largas, cuando en estas tierras se fabricaban también los “rabeles” de una sola cuerda. Y de los que solo conocí al último rabelero en Pedro Bernardo, el bueno del Sr. Roberto “El Saña o El Zapatero”. Siendo en estas reuniones pre navideñas e invernales cuando resonaban las tradicionales y por lo general “picantonas” rabeladas. Temas de los que he recuperado unas cuantas muestras a cual más bella e interesante. Descubriendo que hay una serie de estribillos comunes a la mayoría de los pueblos del partido arenense. Transmitidos y conservados gracias a celo de la memoria colectiva de mis paisanos. Dichos estribillos de las rabeladas son:
Con este arrabelillo, con este arrabe. Con este arrabelillo, gané de comer
Que para mis hijitos, que para mi mujer. Con este arrabelillo, con este arrabe
Con este arrabelillo, perdí las cabras. Con este arrabelillo, volví a “encontrailas”
Con este arrabelillo, perdí los cerdos. Con este arrabelillo, volví a perderlos
Con este arrabelillo perdí los guarros. Con este arrabelillo, volví a encontrarlos
Con este arrabelillo, me voy de feria. Con este arrabelillo, a olvidar penas
Por último y no menos importante hay en estas tierras otro instrumento navideño estrella. El calderillo o caldero de hierro. Aquél que se tenía y se utilizaba en todas casas, y de los que había varios tamaños. Calderos que tocan maestría sobre todo los cabreros y pastores en general. Destacando de entre todas las localidades del partido arenense la querida villa de Candeleda. Dónde dicho instrumento es pieza fundamental de sus Nochebuenas. Del mismo modo que en Arenas los panderos o en San Esteban del Valle las zambombas.
Pues a pesar de que el calderillo es un instrumento tradicional utilizado en todos los pueblos del partido arenense. Lo cierto es que es en Candeleda dónde más y mejor le hacen sonar. Acompañando su potente chasquido, con los sonidos de un bombo que ellos mismos se fabrican, y que recuerdan a la forma de golpear las panderas los de Guisando, ya que se tocan con un único palo o caña. En nuestra comarca hay varias formas de tocar el calderillo. Una de ellas la forma candeledana, cosiste en sujetar el caldero con el brazo izquierdo, mientras con la mano derecha se percute cogiendo el asa. Lo que permite poder hacer sonar grandes y espectaculares calderos.
Otra forma más generalizada y que se comparte con las comarcas vecinas de Talavera de la Reina, Campo Arañuelo, Valle del Alberche y la Vera de Plasencia, consiste en tocar calderos más pequeños sujetándoles por el asa con la mano izquierda, mientras que con la derecha se golpea o percute obteniendo increíbles sonidos muy agudos, melodiosos y rítmicos. El uso de este instrumento al contrario que la zambomba o el pandero, no se ciñe exclusivamente a las fiestas de las Nochebuenas. Ya que forma parte de todas las demás rondas, así como de las formaciones musicales llamadas tradicionalmente “guitarreros”. Acompañando infatigablemente en las fiestas y celebraciones que se desarrollan durante todo al año, y en todo tipo de temas, bien sean jotas, seguidillas, rondeñas, malagueñas, toreras, quintos, bodas, fiestas religiosas, carnavales, rondones, sones, etc.
Ya que los calderos son instrumentos mucho más resistentes y no necesitan de afinación, ni trato especial alguno. Por el contrario la sensible y tensa piel de los panderos y zambombas, si se desafina o mejor dicho destemplan y pueden romperse con facilidad, siendo instrumentos digamos “más efímeros”. Por eso, para evitar que se destensasen los panderos y las zambombas, se embadurnaba la piel de estos instrumentos con un poco de aceite de oliva o se restregaba el parche con mucho ajo crudo. Pero a pesar de todos estos cuidados, raro era el pandero y la zambomba que aguantaba de un año para otro.
Otro de los momentos más divertidos y esperados por los participantes de las matanzas, era la noche del día después de matar el cerdo. Justo cuando se destazaba y se distribuía la carne en diferentes contenedores, para ser salada, adobada o guisada para embutir. El despiezar el cerdo y picar la carne para hacer chorizos, salchichones y morcillas, era trabajo de los hombres. No así el embutir y atar, cosa que por lo general hacían las mujeres en animados y descarados corros. Tengo en mi cerebro grabado ciertas imágenes imborrables relacionadas con la matanza. Una de ellas es precisamente a un grupo de mujeres sentadas en aquellas sillas de enea «bajitas, en torno a unas improvisadas y alargadas mesas, resistiendo el frío gracias a los ladrillos o piedras que los hombres sacaban de la lumbre al rojo vivo, y que colocaban bajo las mesas a modo de braseros… mientras ellas «cortaban trajes a diestro y siniestro», hablando de todo en un tono burlesco y satírico capaz de sonrojar a cualquiera. Y todo esto sin parar ni un momento de trabajar.
Por lo general en todos nuestros pueblos muchas familias disponían de una sencilla a la par que eficaz, máquina para embutir, la Choricera. Pero era más tradicional ver a las mujeres más mayores ayudadas de pequeños embudos de latón, como embutían a mano compitiendo con las nuevas maquinas. Aunque al final acabaron imponiéndose las nuevas tecnologías, ya que el proceso se aceleró considerablemente, al no tener que picar, ni embutir. Hasta la llegada de las nuevas maquinas de picar y embutir, era la fuerza y maña de los hombres ayudados con sendos cuchillos y un tajón de madera, los se encargaban de picar las arrobas de carne.
Una vez picada, embutida y atada la matanza había que subirla en las latas (las latas son varas de pino en las que se insertan los embutidos para secarse) a los ganchos del techo de la cocina o llevarlas a lo más alto de la casa al sobrao para secarla o curarla. En Arenas de San Pedro había una costumbre extendida en toda la ciudad, “Bailar las Morcillas”. Consistía en lo siguiente. Dos mozos o dos mozas o una moza y un mozo sujetaban una lata de pino sobre sus hombros. Procurando que la pareja no fueran de la misma altura, sino todo lo contrario. Lata en la que se ensartaban cuatro o cinco morcillas. Entonces los demás presentes ayudados por los panderos, almireces, calderos, sartenes, morteros, botella de anís, zambombas, etc. Cantaban esta alegre tonada, mientras los de la «lata y las morcillas» la bailaban. La tonada dice así:
Salta morenita salta, con alegría y salero
Que han de ir pa la sartén, las que se caigan al suelo
Para bailar las morcillas, señores escuchen bien
Hay que bailarlas alegres, que triste no saben bien
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, se ajuntaron dos enanos
Mientras que bailaba una, el otro la metía mano
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, se ajuntaron dos gitanas
Si una bailaba ligero, la otra que brincos que daba
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, se juntaron dos obispos
Baila tú decía uno, mientras yo le echo el mordisco
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, se ajuntaron dos veratos
Como no caía “nenguna”, se fueron al poco rato
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, dos mocitas se ajuntaron
Por no enseñar las enaguas, sin morcilla se quedaron
Salta morenita salta, con alegría…
Para bailar las morcillas, dos mocitos se ajuntaron
Como no llevan calzones, las morcillas enseñaron
Salta morenita salta, con alegría…
El baile de las morcillas, es un baile retrechero
Que se baila por la noche, tras de fregar los calderos
Salta morenita salta, con alegría…
Mientras todo esto acontecía y con algunas de las vísceras del cerdo, las mujeres más mayores hacían en grandes pucheros la tradicional sopa de Cachuela. Especie de sopa de ajo castellana, con muchos condimentos y el hígado machado entre otras partes del cerdo. Esta sopa Cachuela se repartía puerta a puerta entre las casas de los vecinos y familiares, haciéndoles de alguna manera participes de su fiesta. Del mismo modo se solía hacer con el “calducho” o agua resultante de la cocción de las morcillas de arroz o de piñones. Caldo que era repartido entre las familias más necesitadas de cada localidad. De esto se encargaban las madres y sobre todo las abuelas. Ellas preparaban los pucherillos, y nos enviaban a los más pequeños a repartirlos entre nuestros familiares, vecinos y amigos. Con el resto de las vísceras, como los pulmones, el corazón, el esófago y el bofe, se picaba y aliñaban para hacer los “chorizos sabadeños”. Chorizos que solo se usaban para guisar las judías, los garbanzos, lentejas, etc. En raras o excepcionales ocasiones se consumía en crudo como el resto de los chorizos.
También se solían hacer ricas delicias de carácter exclusivamente local, como las afamadas morcillas de acelgas guisanderas. O el Chorizo blanco de las bodas de Pedro Bernardo, que era más bien una morcilla con huevo que al cocer queda de ese color. O las morcillas de piñones de Arenas de San Pedro. O los chorizos de cerdo y cabra. O los de cerdo y jabalí, o los de cerdo y ciervo por poner algunos ejemplos. Una buena parte de la carne de la cabra sacrificada, se reservaba para hacer tasajos. Tasajos que junto a las “antimas” –panceta- y un poco de queso, componían el alimento básico anual de los pastores serranos. Las mantecas, se guardaban en grandes pucheros de barro, para con ellas poder elaborar multitud de dulces caseros tradicionales, como los mantecados, tortas de chicharrón, bollos, galletas, etc. dejando una parte para conservar los chorizos y lomos embuchados en las vetustas orzas.
Y así con la despensa llena de carne, dulces y de castañas. Y las bodegas rebosantes de aceite, vino y miel, nuestros antepasados directos esperaban la llegada de las Nochebuenas. Entre tanto y a medida que las familias iban matando, todas las noches salían animadas rondas recorriendo las calles. Cuando no mozas y chiquillos llevando la sopa Cachuela.
El día de la matanza había que tener mucho cuidado, pues era costumbre entre la chiquillería, “dar el Saljumerio
El día de Navidad era un día y sobre todo una noche para pasar en familia y cantar sin cesar hasta que saliera el sol. Como se viene haciendo aún hoy en algunos de nuestros pueblos, eso sí en mucha menor medida que hace unos 25 años sin ir más lejos. Mientras en cada casa todos ayudaban a las mujeres que se encargaban de preparar los alimentos, bien cortando y llevando la leña, así como matar, desollar, desplumar y descuartizar las reses y o aves de corral que se fueran a consumir en la fiesta… comprar el vino, preparar la limonada y alguna que otra “golosina” como el mazapán o algo de turrón.
Por la tarde los más pequeños por corroblas, recorrían las calles de nuestros pueblos pidiendo el “aguinaldillo”. Para ello tenían que saber tocar algún instrumento tradicional y la letra de algunos villancicos especialmente creados para ese momento o acto de pedir el aguinaldo. Ya que ese es el objetivo de esta costumbre. Ir cantando de puerta en puerta canciones que auguran prosperidad y anuncian la natalidad de Jesús. A cambio los vecinos les abrían las puertas de las casas y tras escuchar una o dos canciones, les daban algo por lo general productos de la matanza, golosinas, frutas escarchadas, castañas, nueves, avellanas cacahuetes o “arcagüeseh” como se decía en estas tierras. Ciruelas, uvas, cerezas e higos pasos… y con un poco de suerte, alguna morcilla, choricillo o algunos pocos céntimos.
Cosas que iban acumulando y guardando en cestos y que al final de la tarde se repartían entre todos a partes iguales. O bien se lo comían todos juntos, esa misma tarde o al día siguiente. Fuese como fuese, en todos los pueblos del partido los chiquillos y chiquillas llegada la tarde del día de Nochebuena, salían alegrando las calles, cantando una bella cancioncilla que varía poco, pero que adquiere matices dependiendo del pueblo que la interprete. Los instrumentos que la acompañan son todos los de percusión mencionados anteriormente, sin que falte el pandero, la zambomba, el almirez o la botella de anís entre otros.
Instrumentos, letras y canciones que aprendían por imitación observando y escuchando a los más mayores y experimentando desde la más tierna infancia- Dentro del amplio repertorio de coplas “aguinalderas”, las más cantadas de esta comarca son:
El aguinaldillo, madre generosa
Higos o castañas, o cualquiera cosaEl aguinaldillo, si nos lo han de dar
Que la noche es larga, y hay mucho que andarUna lucecita, veo relucir
Jamón y chorizo, nos van a partirEche, eche, eche, señora aguinaldo
La parece mucho, lo viene quitandoEche, eche, eche, señora aguinaldo
la parece poco, lo viene aumentandoEche, eche, eche, por ese balcón
Jamón y chorizo, el mejor turrón
Eche, eche, eche, por ese balcón
higopaso y nueces, el mejor turrónSeñora María, no mate usted al pollo
Que la gallinita, pide matrimonio
Señora María, no lo mate usted
Que la gallinita, deja de ponerSeñora María, no sea usted roñosa
Denos aguinaldo carita de rosa
Que es usted muy buena, y muy generosa
No tiene usted cara, de ser tan roñosaEl aguinaldillo, le vengo a pedir
como soy su nieto, me tiene que abrirY ardía la zarza, y la zarza ardía
y no se quemaba la Virgen María
Ardía la zarza, y la zarza ardió
y no se quemaba la madre de Dios
Si quieres saber, como pudo ser
aquel que lo hizo, bien lo supo hacer
Estribillos en los que insertaban una serie de coplas, alagando a los “amos de la casa” en la que pedían aguinaldo. Con una clara intención de incentivarlos para que estos les diesen un buen aguinaldo. Algunas de las coplas más comunes de nuestro cancionero son estas que os paso a continuación:
Bendita sea esta casa, y el albañil que la hizo
Que por dentro está la gloria, y por fuera el paraíso
Esta casa si que es casa, aquí vive un caballero
Tiene la mujer bonita, los hijos como luceros
Esta casa sí que es casa, aunque no tenga balcones
Porque tiene una morena, que roba los corazones
A tu puerta hemos llegado, veinticinco en la cuadrilla
Si quieres que nos sentemos, saca veinticinco sillas
Saca una para mí, y otra pa mi compañero
Y los que vengan detrás, que se sienten en el suelo
Abre la puerta María, que te traigo el aguinaldo
Unas castañas “cocías”, sopla que vienen quemando
Estas puertas son de oro, y las llaves son de plata
Dios les de mucha salud, a los que las cierran y abran
A tu puerta estamos todos, a pedirte el aguinaldo
Baja rosa del rosal, que te estamos esperando
Por esta calle que vamos tiran agua y salen rosas
Y por eso la llamamos, la calle de las hermosas
Si esta calle fuera mía, la mandaría empedrar
Con onzas de chocolate, y en cada esquina un rosal
Aunque vivas en rincones, niña no estás olvidada
Que en los rincones se crían, las rosas más encarnada
Pero las corroblas del aguinaldillo no siempre eran bien recibidas en todas las casas. Por lo que no se les abrían todas las puertas. Y lo que es peor, no siempre se les daban presentes o el aguinaldo. Para estos casos de “roñosería” había una serie de coplas utilizadas para dejar en evidencia la “racanería” de los amos de las casas que se negaban a dar el aguinaldo a los chiquillos y chiquillas la tarde de Nochebuena. Sirvan estas pocas como ejemplo:
Estas puertas son de hierro
y los cerrojos de alambre
Vámonos de aquí muchachos
que están tos lampando de hambreEstas puertas son de alambre
y los cerrojos de pino
Vámonos de aquí de muchacho
que están lampando de fríoEstas puertas son de alambre
Y los cerrojos de cera
Vámonos de aquí muchachos
que aquí vive un calaveraEl aguinaldo he pedido
no me lo quisiste dar
Lastimita se te seque
la tripa de cagalara tu puerta me cagué
creyendo que me querías
y ahora que ya no me quieres
dame la mierda que es miaCuando paso por tu puerta
roñoso me tiro un peo
con eso quiero decirte
lo poco que yo te quiero
Por el contrario si la corrobra recibía un generoso aguinaldo, los amos de la casa eran agasajados con unas coplillas extras, que dejaban claro ante todos los presentes y vecindario, lo generosos o esplendidos que eran. Para esta ocasión de agradecimiento cantado, variaba también la melodía, improvisando la letra en función del nombre de la persona a homenajear. La formula era siempre la misma, comenzaba con la siguiente frase que se repetía dos veces; “Una coplilla echaré”. Luego continuaba diciendo; “Por encima de ….” Y en los puntos suspensivos poner una palabra que rime con el nombre deseado. Rematando la copla con estas dos frases finales; “y a Dios pido la salud, para la señora o el señor fulano”. Os pondré un ejemplo con mi nombre Daniel:
Una coplilla echaré, una coplilla echaré
Por encima de un pincel, por encima de un pincel
Y a Dios pido la salud, y a Dios pido la salud
Pa el señorito Daniel. Pa el señorito Daniel
Si quisiera hacer un agradecimiento más general la copla quedaría de la siguiente manera:
Una coplilla echaré, una coplilla echaré
Por encima de un nogal, por encima de un nogal
Y a Dios pido la salud. Y a Dios pido la salud
A todos en general, a todos en general
En cierta ocasión, siendo yo niño, pregunté al Sr. Fidel Fraile natural de Guisando y padre de Franco Fraile Serrano el famoso y antiguo taxista de Arenas, de dónde venía el nombre de Aguinaldo. Y él me respondió, no sé si en broma o en serio, que porque ese día los muchachos y muchachas hacían como “los águilas y los milanos” arramplando con todo lo que caía en sus manos. Por eso se le dice “águila y ando”, o lo que es lo mismo aguinaldo. Siempre he tenido la duda, ya que ningún otro paisano o paisana me ha sabido dar explicación alguna a cerca de la etimología de esta bonita palabra. Y eso a pesar de que el Sr. Fidel era un hombre serio y poco dado a las fanfarronadas y más aún a la mentira, era un gran hombre del que guardo un gran recuerdo y muchas lecciones aprendidas de su profunda sapiencia. En mi casa le conocíamos muy bien, ya que todas las mañanas llevaba la rica y fresca leche de sus vacas al hotel de mis abuelos.
Pero sigamos con la tarde de Nochebuena, en la que mientras los más pequeños de cada casa salían a pedir el aguinaldo por las calles. En la mayoría de los pueblos del partido, los más mayores armados con sus instrumentos tradicionales, se reunían en los principales barrios, encendían hogueras en las que calentarse o como decimos en Arenas “para calentar los parches” de las panderas y de las zambombas. Así como para asar algún que otro choricillo o morcilla que se comían en comunión entre canción y canción. Corros animados sobre todo por los quintos y las mozas que empezaban a reunirse en cuadrillas en aquellas vísperas de la fiesta de los Quintos durante los cercanos Carnavales.
Tan importantes eran los quintos en tiempos de mis abuelos, e incluso padre, que se hacían alimentos especiales pensando en ellos, sobre todo en aquellas casas en las que alguno de sus miembros entrase en quinta ese año. Sin que faltase en ninguna de ella los tradicionales dulces como las perrunillas, los mantecados, las rosquillas o las flores… así como vino, limonada y tabaco. Durante las dos semanas largas que duran las fiestas de las Nochebuenas, era costumbre que los quintos más amigos se reunieran y fuesen de casa en casa comiendo o cenando.
Para ello las matriarcas les preparaban cualquier cosa con arroz, como por ejemplo “pajaritos”, pollo, magro, conejo, liebre, lagarto, parro. O si habían matado un cabrito o cordero preparaban con sus tripas los «zarajos» fritos o los «Tripuches» cocidos. Sin que faltase en todos los hogares el dulce de arrope. El arrope era una especie de almíbar acaramelado, que se hacía cociendo cestos y cestos de higos pasos, con cogorza o calabaza. En Arenas se cantaba esta coplilla que nos recuerda lo común que era la elaboración de este dulce tradicional. Aunque he de aclarar que no se cantaba en Nochebuenas, sino en las ferias, bailándola de modo similar a una Jerigonza. Dice así;
«Si la fuente la Nava, manara (o corriera) arrope
Más de cuatro golosos (borrachos), irían de noche
Y engánchela a usted
Saltar y brincar y andar en un pie
con garbo y primor. Y primor
Ay que caro me cuesta el amor.
de esta resalada.»
“Al anochecío” las familias se recogían en sus casas para cenar juntos, cada cual dependiendo de sus posibilidades. Aquellos que se lo podían permitir solían cenar sopa de castañas, de leche o de pescado –pescado que no nos ha faltado en Arenas al menos desde el siglo XIX, como la pescadería de la Sra. Amparo de León, que surtía a la ciudad y pueblos de la comarca del mejor pescado y mariscos en tiempos de mi bisabuela Dominica González Blázquez.
De segundo podía variar entre el besugo al horno, ternera en salsa, cabrito o cordero asado. Pavo trufado, perdices a la Chitacayando o parro asado. De postre solían comer leche frita, dulce de membrillo, nuégalos, higos pasos con nueces o avellanas, fruta escarchada. Higos, cerezas o ciruelas pasas. Naranjas, figuritas de mazapán, llamadas en estas tierras “borreguitos o borreguitas”, o las Anguilas también de mazapán. Incluso se compraban grosellas y otras frutas como las granadas por ejemplo, con las que se preparaban un refresco casero para los más pequeños. Refresco cuya receta como tantas otras conservo como un tesoro gracias a la memoria y recuerdos de mi padre, tías y tíos.
Sin embargo y como decía al principio, los platos de las comidas y cenas principales en la fiesta de la Navidad, varían sustancialmente dependiendo del poder adquisitivo de cada familia. Con todo y eso, era normal “tirar la casa por la ventana” durante esos días, cenando y comiendo de forma excesiva en la mayoría de los hogares. Una forma de asegurarse una buena cena de Nochebuena, comida de Navidad, cena de Fin de Año y comida de San Silvestre, era criar ciertos animales, reservándolos para estos días.
Así los que tuviesen gallinas, conejos, cerdas de cría o una cabra. Solían criar cebando de forma especial y reservarse algún que otro pollo, conejo, cochinillo o cabrito. Cambiando el besugo por el bacalao salado o las anguilas, truchas, cachuelos y barbos de nuestros ríos. Sin que faltara en la sobremesa los licores y el café. En estos casos, del mismo modo que cuando tenían que cocer los dulces tradicionales, solían acudir a los hornos de las tahonas o panaderías. Allí pagando una baja cantidad de dinero, además de cocer las perrunillas o mantecados, asaban los cabritos, los besugos, los parros, los cochinillos.
Otras familias las más necesitadas cenaban una contundente y revitalizadora sopa cana, o unas judías con chorizo sabadeño, morcilla de arroz, las orejas y la geta del cerdo. Y de segundo las manos de cerdo, bacalao con tomate, oveja, cabra o cerdo. Y de postre los frutos secos de temporada y las uvas, cerezas, ciruelas pasas. Sin olvidarme de otras familias, no pocas, que cenaban lo que pedían y les daban los parientes, conocidos y amigos más acomodados. Costumbre que se repetía durante otras fechas del año, como por ejemplo en Semana Santa.
Pues era costumbre también en Semana Santa del mismo modo que en Navidad salir a pedir el aguinaldo las mujeres más necesitadas. Pidiendo entre sus convecinas más afortunadas de puerta en puerta, “el chorrillo de aceite” en Arenas o “el aguinaldo” las de Pedro Bernardo. Cosa que nadie las negaba, y que solían aumentar con alguna patata, o producto hortícola extra, para que no la faltara a ella ni a su familia e “hiciera el potaje del Viernes Santo”… Siendo estas costumbres hospitalarias un vestigio de una sociedad antaño más generosa y solidaria para con todos sus convecinos, que la tenemos actualmente. Tal es así que a veces se juntaban entre cuatro o cinco familias para comprar un carnero, cabra u oveja. Res que repartirían entre todos y que se comerían cada cual en su casa durante las fiestas de las Nochebuenas.
Lo que si se hacía en todas las casas, sin distinción de posición económica o social, era “decentar” o estrenar y comerse entre toda la familia uno o más “chorizos de cagalar”, el «Chorizo Maldito» que colgaba a la vista y que nadie podía tocar, pues estaba reservado para esta noche tan especial. En otros hogares decentaban un jamón o como en casa de mis abuelos uno o más lomos embuchaos. La cena se pasaba entre canciones y momentos de recuerdos para los familiares y amigos que no están presentes o que habían fallecido.
Mi padre me ha contado que en muchas casas de Arenas, entre ellas la de mis abuelos, una vez que estaba puesta la mesa y toda la familia sentada. La matriarca comenzaba una serie de oraciones, por lo general padrenuestros y salves a la Virgen. Rezos sencillos y sentidos que eran respondidos por el resto de la familia. A continuación dejaba de rezar y empezaba a nombrar en voz alta y uno por uno a todos los ausentes fallecidos familiares y amigos, evocando su memoria y haciendo llorar a los más mayores… luego seguían rezando y a continuación se realizaba otra hermosa tradición, en este caso el protagonista era el hijo más pequeño de cada casa el encargado de bendecir la mesa esa noche. Homenajeando simbólicamente al Niño Jesús… para ello el infante cantaba este villancico para bendecir la mesa:
Madre a la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello
Que dice que tiene frío
y el pobrecito está en cueros
Pues dile que pase
se calentará
porque en esta tierra
porque en esta tierra
ya no hay caridad
Y nunca la ha habido
Y nunca la habrá
Acto seguido se iniciaba la cena de Nochebuena. Cena en el que el ambiente de fiesta era tan fuerte que ni tan siquiera el gran dolor que supone la pérdida por muerte de los seres más queridos, podía con la alegría de aquellas noches. Con la barriga llena y la garganta bien regada comenzaban los cánticos y los villancicos. Y tras ellos las bromas. Como hacían en la Adrada, cuando un adulto se colgaba del pantalón por la parte trasera un papel de periódico, lo prendía fuego y salía corriendo entre todos los concurrentes a la vez que decía;
“Un papel me arde en el culo, y no me lo apaga ninguno”
Y claro, todos intentaban apagárselo, armando gran revuelo. Otra de las costumbres era jugar al Baile de las Agachadillas. Consistía en entonar una pegadiza canción de corro tan divertida como sencilla, en el que hay dos personajes principales, Juan y Pedro. Juan son las mujeres y Pedro los hombres. Cuando la letra de la canción decía agáchate Pedro, se debían agachar los hombres. Y cuando la letra decía agáchate Juan, tenían que hacer lo propio las mujeres, mientras tanto andaban cadenciosamente en círculo y sentido contrario a las agujas del reloj.
Cosa que intentaban con más o menos éxito, según iba improvisando el o los cantantes y según les iba haciendo tanto a hombres como a mujeres el efecto del buen vino de pitarra. La letra de la canción es simple, y como decía muy pegadiza y alegre, dice así:
Por las escalerillas, viene el hermano Juan (bis)
Con mantas y manteles, para remendar (bis)
Venia diciendo.
Agáchate Pedro, agáchate Juan. Agáchate Pedro, vuélvete a agachar
Que las Agachadillas, bien bailadas van (bis)
Agachate Pedro, Agáchate Juan, Juan. Pedro. Juan. Pedro. Agáchate Pedro….
Otras de las danzas juegos que se bailaba en las casas con familiares, amigos y vecinos, en las noches de Nochebuena y Noche Vieja, era la jerigonza, llamada en el partido de Arenas, la Danza del Fraile o la Danza del Pollo. Como todas las demás jerigonzas ibéricas se trata de salir a bailar y exhibirse de uno en uno en medio de un corro, bailando con gracia y salero delante de todos a medida que se les iba nombrando individualmente. Esta canción-danza está recogida en un CD cuya grabación coordiné hace unos años, con los buenos “Josés” de SONI FOLK y la ronda de los Pilaretes de Vettonia, que fundé y dirigí durante unos cuantos años de mi vida. Hay otras tantas versiones repartidas por los pueblos del partido, la que os trascribo a continuación es la versión de Arenas mi ciudad natal y por lo tanto de la que más y mejor conozco. Dice así:
Qué quiere el pollo, qué quiere el pollo
Que le suban, en un pimpollo
Que quiere más, que quiere más
Que le suban en un vasar
Saltar y brincar y andar por el aire
Esta es la danza, la danza del fraile
Déjala sola, sola en el baile
que a mí me gusta verla de bailar
Saltar y brincar y andar por el aire
Esta es la danza, la danza del fraile
Salga fulano que es un buen mozo
Y a mi me gusta verle de bailar
Saltar y brincar y andar por el aire
Esta es la danza, la danza del fraile
Salga fulana que es buena moza
y a mí me gusta verla de bailar.
Saltar y brincar y andar por el aire
déjale solo que es un buen mozo
Y a mí me gusta verle de bailar
saltar y brincar y andar por el aire
Esta es la danza, la danza del fraile
Como el resto de las canciones, los instrumentos no variaban, siendo los de percusión los únicos utilizados para realizar estas danzas con un sabor tan añejo como exquisito. Pues en ellas podían participar no solo hombres y mujeres juntos, sino personas de todas las edades. Aprendiendo por observación, experimentación e imitación de los mayores todas las técnicas para sacar tan bellas melodías de un simple almirez, o de una sartén. Y llegado a este punto es justo también que os recuerde que el uso y manejo de algunos instrumentos, estaban asociados y reservados por sexos.
Como por ejemplo los grandes panderos de Arenas, que solo los tocaban los hombres –actualmente algunas mujeres con muy buen criterio y trazas se han apuntado y tomado el relevo a sus padres y abuelos…- Del mismo modo calderillos, zambombas, castañuelas y cántaros eran considerados por nuestros abuelos, como instrumentos masculinos. Por el contrario las sartenes, panderetas, los morteros, pitos, eran considerados instrumentos femeninos. Sin que faltasen instrumentos de percusión, tocados indistintamente por hombres o por mujeres, como por ejemplo los almireces, la botella de anís, las tapaderas, las cucharas, a huesera.
Lujo instrumental que solo se podían y pueden permitir, aquellas personas que saben ver las grandes posibilidades de las pequeñas y aparentemente inútiles cosas que se desechan en la vida. Convirtiendo de este modo a los cacharros y enseres domésticos en instrumentos de primer orden. Gracias al virtuosismo que surge con el tiempo y la experiencia de nuestros antepasados más remotos, hasta los más directos. Uniéndonos a todos a través de nuestra tradición oral, como un hilo conductor que se va alargando a medida que se transmite, repite y renueva según lo va recibiendo cada generación.
Tras la cena y las danzas, las familias se vestían luciendo cada cual sus mejores galas, para acudir a la misa del Gallo. Misa que se celebraba a las 12 en punto de la noche. En plena helada y en unos templos fríos por aquel entonces y oscuros. Hay unas coplillas arenenses que dicen lo siguiente:
A la misa del Gallo, vamos morena
A la misa del Gallo, de NochebuenaA la misa del Gallo, vamos serrana
Que ha de parir la rosa, la flor tempranaA la misa del Gallo, vamos galana ( o de buena gana)
A la misa del Gallo, de madrugada
Que ha de parir la rosa, la luz del cielo
A la misa del Gallo, yo iré el primero
Yo iré el primero niña, con la pandera
A la misa del Gallo, de Nochebuena
A la misa del Gallo nuestros abuelos acudían tocando las panderas, zambombas, calderos, sartenes, almireces, botellas de anís, etc. Entrando de este modo en los templos dónde antes, durante y después de la misa, no paraban de sonar cantando hermosos villancicos. Era uno de los pocos momentos, junto a las cenas y comidas principales de estas fiestas invernales, en el que se cantaban antiguos romances y villancicos, cuyas letras relataban los hechos escritos en el nuevo testamento cristiano. Así se cantaba los romances de; “La anunciación del arcángel San Gabriel”, “El saludo de San Juan”, “La estrella que lleva a Oriente”, “Esta noche nace un niño”, “Esta noche es Noche Buena”, “La huída a Egipto”, “Los Santos Inocentes”, “Camina la Virgen pura de Egipto para Belén”, “Hoy es vísperas de Reyes”, etc.
Hermosas canciones que guardo celosamente y que relataban la historia bíblica del nacimiento de Cristo. Muchas de ellas olvidadas ya que se perdió la costumbre en muchos pueblos de cantar villancicos en los templos y parroquias. Aunque aún resisten localidades en el Partido arenense que mantienen esta hermosa costumbre como por ejemplo Casavieja entre otros. Me gustaría poder transcribir las letras de todos estos villancicos –que como decía tengo recogidos en un cancionero que no tiene fin…- pero me extendería demasiado. Así que os paso un villancico tradicional arenense, de los más hermosos y antiguos de cuantos he recogido en mi olvidadiza ciudad. El primero se llama “Dónde se caminan”, y la letra dice así;
Dónde se caminan quisiera saber
un hombre de noche con una mujer
Si la lleva hurtada es de imaginar
Antes de las doce a Belén llegarDice San José no la llevo hurtada
Que esta gran señora es mi esposa amada
Que quien me la dio me la supo dar
A la media noche a Belén llegarResponde María como es tan discreta
Dios no ha juntado y estoy muy contenta
Por hombre ninguno a mi esposo cambiar
Antes de las doce a Belén llegarIban caminando cuando se encontraron
unos pastorcillos y les preguntaron
Si para Belén hay mucho que andar
Antes de las doce a Belén llegarLlegan a Belén posada buscaron
todos se la niegan nadie se la ha dado
y estando en Belén se han de marchar
que a las 12 en punto el bien pariráHan salido al campo a un pobre portal
donde el Dios del Cielo al mundo vendrá
Y así vino al mundo el Rey Celestial
a las doce en punto en un pobre portal
O este otro curioso y más «moderno» Villancico llamado «Para Belén caminan los Peregrinos», dice así:
Para Belén caminan, los peregrinos
Que antes eran hermanos, y ahora son primos para adorar
Al niño chiquitito, que ha nacido yaSombrerillo de paño, lleva el mancebo
Y la peregrinita de terciopelo para adorar
Al niño chiquitito que ha nacido yaVan siguiendo a una estrella, a Belén llegaron
Y delante del Niño, se arrodillaron, para adorar
Al niño chiquitito, que ha nacido yaLa Virgen les pregunta, cómo se llaman
El peregrino Pedro, y ella que Juana para adorar
Al niño chiquitito que ha nacido yaSan José les pregunta, que qué edad tienen
La peregrina quince, y el diecinueve para adorar
Al niño chiquitito que ha nacido ya
Y un viejecillo dijo, de dónde eran
Y cantando le dicen, somos de Arenas para adorar
Al niño chiquitito que ha nacido ya.
Junto a este tipo de villancicos, cantados cada uno con una melodía diferente, está el tradicional “son de las Nochebuenas”. Son que varía poco pero que identifica o delata la procedencia de quienes los tocan según los interpretan. Este “son de las Nochebuenas”, suele ser lento – con la excepción de Candeleda que suele ser muy alegre y ligero- muy lento. Tiene un sabor muy añejo sin que se pueda afirmar un lugar de origen, ya que desde mi punto de vista se trata de una forma mantenida y heredada sobre todo por los pastores de estas tierras.
Ellos son los que más a mano tienen pieles, vejigas, madera, etc. y tiempo para construir y aprender a tocar los instrumentos. El son de Nochebuenas se podía bailar siempre “En la Losa”, esto es con pasos muy medidos y precisos, sin apenas moverse del sitio – de una forma parecida al baile pikáo charro salmantino- ya que se solía bailar dentro de las casas, dónde el espacio está más limitado o reducido que en las calles y plazas. Dónde también se bailaba, sobre todo en torno a las hogueras que se hacían de forma improvisada, en las calles o barrios principales de nuestras villas. Pero debido a los “chapatales” o charcos embarrados propios del invierno y del estado de las calles antaño no pavimentadas o mal empedradas de nuestros pueblos, hacían muy difícil manifestar las alegrías y demás emociones como solían hacer, bailando. En Arenas una de las canciones que más se entonaba cuando se iba a misa del Gallo era la que os paso a continuación:
Esta noche es Noche Buena
y no es noche de dormir
Que está la Virgen de parto
y a las doce a parir
Y a de parir un chiquillo
blanco rubio y colorado
Que ha de ser buen pastorcillo
para guiar a su ganado
Esta noche nace el niño
y mañana la bautizan
Y el día de las Candelas
sale con su madre a misa
Los pastores no son hombres
que son ángeles del cielo
Que en el parto de María
ellos fueron los primeros
En Arenas son muchas las personas que recuerdan a los cabreros de Guisando, cuando bajaban a oír la misa del Gallo desde Guisando a San Pedro de Alcántara – más de 9 Km de bajada y otros tantos de subida, que iban cantando acompañados con grandes panderos, a los que golpeaban con una sola caña de angélica en vez de dos como se hace tradicionalmente en Arenas y haciendo sonar las castañuelas que se oían repicar por toda la ciudad, perdiéndose poco a poco a medida que se dirigían por el camino viejo de Malpelo hacia el Santuario y ermita de Andrés del Monte.
Al finalizar la misa del Gallo volvían a coger y templar los instrumentos recorriendo todas las calles y plazas de nuestra población, hasta que saliera el sol. Cosa que se hacía hiciese buen tiempo, lloviese o nevase.
Para resistir el frío y el agua, de vez en cuando cada ronda se “recogía” en la casa de uno de ellos o de algún conocido, dónde entraban en calor, secaban los calzados y gabanes y seguían la juerga de casa en casa, de calle en calle. A veces cuando se cruzaban en el mismo lugar dos o más rondas lo más bonito era verlas o mejor dicho escucharlas como se “hermanaban”. Esto consistía en que aún cantando cada ronda un tema diferente, como el ritmo o mejor dicho, como el son de los panderos, calderillos o zambombas es siempre el mismo, se unían todas las rondas en una, hasta que cada cual se perdía siguiendo su camino de ronda.
Camino o ruta que dependía exclusivamente de los amigos o familiares que se quería despertar y convidarlos a un traguillo de aguardiente o anís. En otras ocasiones las rondas estaban picadas o enfrentadas, entonces se entablaba una lucha a ver que ronda tenía más fuerza y se sobreponía a la otra. Impidiendo a base de golpear con más fuerza los instrumentos y subir el tono de sus voces que se escuchara a la más débil. Hay muchos ejemplos en el cancionero tradicional arenense, como estas coplillas:
Tu ronda y mi contraronda, se juntaron ayer tarde
Pudo más la contra ronda, con la ronda con ser grandeMozos viejos a acostar, y a recoger los puñales
Que esta noche va a salir, la ronda de los chavalesEsta noche rondo yo, mañana ronde el que quiera
Esta noche rondo yo, la calle de mi morenaEsta noche rondo yo, mañana ronde quien quiera
Esta noche he de poner, en cada esquina banderasEsta noche rondo yo, callejas y callejones
Y mañana rondaremos, todas las calles mayoresMi ronda es la mejor ronda, la que ronda y rondara
La que corta el bacalao, lo cortaba y cortaráMi ronda es la mejor ronda, la que más cantares sabe
La que enamora a las mozas, cuando por las calles saleEsta es la ronda las mozas, como esta ronda no hay otra
Toda la noche cantando, sin repetir ni una coplaLa ronda de los (el nombre de la ronda), les quieren felicitar
Nochebuena, y Nochevieja, y el día de NavidadPor allí viene mi ronda, la conozco por los sones
Y por la voz de mi moreno, que roba los corazonesAhora que la ronda es una, vamos a echar el cantar
El que me enseño mi abuela, un día de NavidadCuando llegaban ante la puerta de la casa a rondar, utilizaban otro tipo de coplas y tonadas, siempre con el mismo son de los panderos. De entre todas he elegido una tonada que se llama a tu puerta está la ronda.
A tu puerta está la ronda, cara de luna “crecía”
ábrenos sol de los soles, que viene la luz del díaA tu puerta está la ronda, cara de luna creciente
ábrenos la puerta cielo, que caen copitos de nieveA tu puerta está la ronda, cara de estrella brillante
Abrenos la puerta serrana, siquiera pa calentarme.
Aunque en realidad el tema de las letras profanas que se cantaban y cantan en las fiestas de las Nochebuenas, varía considerablemente dependiendo del tipo de ronda que saliera a cantar. Así si la ronda estaba compuesta por personas de todas las edades y sexos, o por miembros de una misma familia o corrobra, solían cantar hermosas canciones dedicadas al amor, a las fechas que se festejan, a la familia y a los amigos. Si la ronda estaba compuesta por mozos y mozas “ennoviados”, las letras de sus cantares, estaba siempre relacionado con la alegría y la diversión. Así como al amor y al desamor y la exaltación de la población a la que se pertenece por el simple derecho de nacimiento. Ambas rondas solían sonar muy bien, eran ordenadas y con el repertorio suficiente como para aguantar sin parar de cantar y tocar durante toda la Nochebuena.
Otro tipo de ronda era la que reunía a los pastores desperdigados por las montañas y que bajaban esos días dejando su impronta y peculiar forma de cantar, tocar y bailar. Pero la mejor ronda sin lugar a dudas era la de los más mayores. Sus voces retorneadas y su son irrepetible, acallaba a todas las demás rondas. Siendo la ronda de los quintos la más temida y desorganizada. Estos solían cantar coplas nostálgicas, de enamorados y sobre todo otras más subidas de tono incluso soeces y ofensivas. Sobre todo aquellos mozos que habían sido despreciados por alguna moza, con la que se ensañaban especial e injustamente.
Tal es así que no era extraño que acabaran denunciados, llevados a la justicia y pagando una multa por sus abusos orales. Letras como las que os paso a continuación y que los más “pudorosos” pueden evitar leer. Pero que transcribo porque las considero igual de valiosas que el resto de temas. Ya que a través de ellas puedo descubrir más cosas de nuestras costumbres pasadas. Allá voy;
Puta tú puta tu madre, puta tu abuela y tu tía
Como quieres que me meta, entre tanta puteríaTu madre la tía Galgueña, me ha llamado tripa alegre
Y yo la he llamado tía Galga, que corre más que las liebresCuando paso por tu puerta, tu madre me llama feo
Pa otra vez que me lo llame, saco la minga y la meoMira tú a esa presumida. Presumida dilo tú
Si cuando vas a mear, no haces cla, cle, cli, clo, clúYa te vas quedando viejo, la desgracia es para ti
Que se te arruga el pellejo, y te meas sin sentir
Una moza se sentó, en una piedra caliente
Y cuando se levantó, tenía la permanenteUn mocito se sentó, encima de un hormiguero
Y las hormigas jodías, se mudaron de agujero
Yo creo que con esta pequeña muestra vale. Lo malo y antaño bueno, es que la mayoría de las mujeres no se callaban ante estos ataques de los mozos, y les respondían dejándolos en su sitio. Pues el carácter abierto, decidido y algo descarado de nuestras mujeres, no podía ni puede permanecer impune sobre todo a los ataques machistas.
A veces se establecía un pique entre una moza y un mozo despechados, a los que coreaban animándolos a cada copla sus respectivas amigas y amigos. El pique o lucha terminaba en el momento que uno de los dos contrincantes se quedara en blanco sin dar respuesta a la copla lanzada por el o la oponente. En Arenas solían recurrir a una canción tradicional llamada “Que si quieres que corte el pelo”… os transcribo unas coplillas a modo de ejemplo. Pero antes pongámonos en situación. La ronda de los quintos pasa por la puerta de una moza que ha despreciado a uno de ellos y este según pasa, echa la siguiente ristra de coplas:
Cuando paso por tu puerta, cojo pan y voy comiendo
Pa que no diga tu madre. Que de verte me mantengoCuando paso por tu puerta, paro la burra y escucho
Y oigo decir a tu madre, que eres tonta y comes muchoEn esta casita vive, mi novia calabacera
La que me dio calabazas, antes que la pretendieraEn esta calle vivía, ya no sé si “viverá”
La que me lavó el pañuelo, con el agua de fregarAnda guarrona a lavar, que el agua ya está caliente
Y los pucheros bailando, a la orilla de la fuente.
La moza que está alerta, sale al balcón o a la calle acompañada de amigas y primas y se encaran con la ronda de mozos respondiendo con alguna coplilla de este tipo:
Retírate vanidoso, de las lanchas de mi puerta
Que otro mozo paseará, con muchísima vergüenza.Tienes la cara de vaca, y las patas de ternera
Si en algo te he ofendido, perdona patas de yegua.Eres más feo que un guarro, más negro que una morcilla
Y el día en que tu naciste, nació la sarna y la tiña.Eres tan negro y tan feo, que de verte me asusté
Eres el vivo retrato, del guarro que maté ayer.Eres más guarro que un cerdo, todo lleno de roñetes
Tienes las piernas torcías, como el tubo de un retrete.Eres muy chulo andar, y al colocarte el sombrero
Pero cochino más grande, no lo lleva ni el porquero.Si por guarra me desprecias, yo contigo no me meto
Por ser el guarro mayor, y por viejo te respeto.Si no fueras presumido, cojo, tuerto, escalabrao
Guarro como cien gallinas, serías muy resalao.
A veces como decía las cosas pasaban a mayores, sobre todo cuando intervenían el padre y los hermanos de la moza en cuestión llegando a las manos y en aquel tiempo a las navajas. Para evitarlo las ordenanzas municipales de nuestros municipios se encargaron de regular esta costumbre, prohibiendo algunos abusos y teniendo que pedir previamente permiso para rondar las calles a la justicia local. El problema era que en las noches de Nochebuena y Noche Vieja podía rondar todo el que quisiera, ya que la justicia esos días levantaba la mano, así como en los días y noches de los carnavales, ferias y fiestas patronales… De todos modos siempre se tenía un poco de condescendencia con los quintos.
Ya que desde las Navidades hasta la semana de su talla –Domingo de Carnaval- solían ser sus fiestas particulares. En este tiempo se les dejaba hacer las últimas trastadas como niños, antes de convertirse en hombres tras el ritual de las levas o quintas. Trastadas que nos les permitirían hacer una vez que se convirtieran en hombres hechos y derechos. Algunas de estas trastadas consistían en romper o robar los tiestos de los balcones, puertas y ventanas. Pintar las fachadas de determinadas casas con lemas cuando menos irónicos y alusivos a los habitantes de dicha fachada.
Robaban todo pollo o gallo que se cruzara en su camino. Y lo peor de todo es que solían estar borrachos o medio borrachos todo el día y la noche. Ya que lo primero que compraban una vez recogido el dinero recaudado, era el vino. De todos modos todo tenía un límite, y solo en casos extremos se dieron estos casos. Casos que a su vez eran recogidos por los testigos, encargándose estos de transmitidos cantándolos en coplas. Ya que otra de las características de nuestra tradición musical es la creación y repentización de nuevas coplas. Coplas renovadas que pasan a engrosar el ingente patrimonio de nuestro cancionero. Sobre todo en las fiestas de invierno como las Nochebuenas.
Pero como decía no era todo «pendencias» en las rondas de los quintos. Ya que lo más normal era que cantaran letras nostálgicas y de exaltación a sus localidades de origen. Cada cual con sus sones característicos e identificativos. Paso a transcribir algunas de las coplas más cantadas por los quintos en sus rondas desde Nochebuena, hasta el Carnaval;
Velahí la talla. Vele ahí al tallero
Vele ahíla talla, donde me midieron
Donde me midieron. Donde me tallaron
Velahí la talla. Velahí le está el palo.Adiós Corredera alegre, donde yo me divertía
y ahora me van a poner. Si, si. Cañones de artillería y adiós. (bis)Adiós Arenas, adiós, adiós. Te vas quedando sin lo mejor
Sin lo mejor, sin lo peor. Adiós Arenas, adiós, adiós.Este quinto ya no vale, este quinto está aburrido.
Échale las aguaderas. Si, si. Que vaya por agua al río y adiós. (bis)
Y adiós calle de Mesones. Solomando y la Cruz Verde.
Cuanto frío habré pasado, y arrimado a tus paredes. (Bis)
(Esta última copla también se cantaba para Ferias y Fiestas Patronales en las tradicionales y particulares Toreras de Arenas. Menciona las calles por las que discurría la capea en la ciudad de Arenas hasta mediados del siglo XX. Por eso sus dos últimos versos en vez de decir; «Cuanto frío habré pasado, arrimado a tus paredes», haciendo referencia al hielo y la lluvia del invierno. En las fiestas de toros se cambiaban por esta otra fórmula; «Cuanto miedo habré pasado, arrimado a tus paredes», haciendo una referencia implícita, a los sustos y revolcones sufridos por los mozos cuando venían los toros de las Quinterías, cerca de La Tablá.
Otra costumbre de las muchas que tenían los Quintos, era la de matar todo gallo o pollo que se cruzara en su camino. Por eso en esas fechas pollos, perro y gatos solían estar guardados en las casas, para evitar «su desaparición». Hay unas coplillas de nuestro cancionero que reflejan muy bien estas costumbres, como por ejemplo estas:
Todos los gallos del año, se matan pa Nochebuena,
Yo el mío no lo maté, porque se metió en la leña.Desde el día la Nochebuena, al martes de Carnaval.
Se comieron treinta gallos, los quintos y el sacristán
Con un cántaro de vino, y dos arrobas de pan.
El día de Navidad tras comer la familia reunida sin ningún ritual especial, salían grandes y chicos por las calles con las panderas bien templadas a “pedir el chorizo Maldito” de puerta en puerta. Para esta ronda tenían que ir dos mozos con una lata de pino al hombro y dos o tres mozas con grandes cestos de mimbre, los demás portaban cada cual un instrumento de percusión y todos sus voces.
La costumbre era ir cantando con el son de las Nochebuenas, parando en las puertas de amigos, vecinos y familiares. Tras cantar tres coplas – más o menos – recibían un chorizo o morcillita de calabaza, que eran colgadon en la lata que portaban los dos mozos. A veces y en menor medida, el que no tenía un chorizo les daban una botella de vino, anís, arrope, unas castañas o unos higos pasos. Alimentos que echaban a la cesta de las mozas – del mismo modo que los dulces, frutos, huevos o queso de cabra – Al final de la tarde y ya bien entrada la noche, se reunían cada ronda en una casa o entorno a una hoguera en la calle, dónde daban cuenta de todo lo colectado cantando y bailando hasta altas horas de la madrugada.
A veces las rondas salían por las calles principales rondando mientras iban de un barrio o casa a otra. Pero por lo general eran fiestas que se celebraban cada cual en su barrio. Así los barrios de la Plazuela, la Canchuela, el Moral, el Canchal, La Nava, la Carrellana y tantos otros, servían de puntos de encuentros en los que no faltaba una hoguera y animada concurrencia a todas horas del día hasta bien entrada la noche.
Otro de los días que se esperaban con ganas era el día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre. Ese día había que estar muy atento para que “no te la diesen” o engañasen. La broma más común de todas era pedir cualquier cosa a un vecino o amigo, eso sí prestada. Y una vez que se lo daban se lo quedaban diciendo la siguiente frase hecha; “Los Santos Inocentes te lo pagarán”. Tras lo cual no le quedaba otra al engañado más que dar por perdido lo prestado.
En otros casos las bromas eran más elaboradas y pesadas. Por eso ese día desde que te levantabas hasta que llegaba la noche, estabas muy atento a que no engañasen, al tiempo que tramabas tretas para dársela a algún despistado. En Arenas se cuenta una simpática anécdota que por respeto a sus protagonistas no diré los nombres. El caso es que una niña muy pero que muy inocente o algo cortita, fue el día de los Santos Inocentes a un comercio de la ciudad y le dijo al propietario que tenía fama de mirar mucho la peseta.
– Señor “fulano” que me ha dicho mi padre que me tiene usted que dar un duro, que son los Santos Inocentes… (sin comentarios)
En esta ingenua y simpática anécdota se trasluce la costumbre de que fueran los padres y madres los instigadores de muchas de las “inocentadas”. Sobre todo entre los más pequeños y aún ingenuos de cada hogar. También recuerdo que cuando éramos muy pequeños, los amigos de nuestros padres se dejaban engañar, con la sana intención de provocar una tremenda satisfacción en nosotros mismos. Ya que nos sentíamos muy mayores y listos creyendo engañar a los más adultos. También variaba el tipo de inocentada dependiendo de la edad de quienes las tramasen, y sobre todo de quien o quienes fuesen los o las destinatarias.
El día y la noche de Fin de Año se comía y cenaba de forma similar al día y noche de Nochevieja. Cantando durante toda la noche, pero en aquellas noches pocas eran las rondas que salían a la calle después de cenar. Ya que la costumbre era en reunirse vecinos, amigos y familia en una casa donde cantaban, bailaban y jugaban hasta altas horas de la madrugada. A lo sumo salían a rondar o a dar una vuelta por la calle o calles principales sin parar o reparar en ninguna puerta o casa
En Arenas desde que se puso el reloj en la torre de la colegial parroquia, solían acudir a la plaza Mayor a celebrar la entrada del año al son de la campana mayor de la airosa y esbelta torre de nuestra cisterciense e histórica parroquia. Esa noche los novios y las novias se tenían que repartir el tiempo entre su familia y la de su amante. Repitiéndose los bailes-juegos típicos de la Nochebuena como las anteriormente relatadas Agachadillas, Danza del Pollo, etc.
La noche de Fin de Año, solía ser la última noche de vida de la mayoría de los panderos y zambombas. Ya que se tocaban con más ganas y fuerza de lo usual, sin miedo a romperlos como solía suceder. Interpretándose este acto como un buen augurio, excepto para el que lo rompe y pierde. Por fortuna la resistente madera de los aros de las panderas, así como los firmes troncos de alcornoque o castaño, solían sobrevivir a los desmedidos golpes, reservándolos para hacer nuevas panderas y zambombas que resonarían alegres el año próximo.
A veces algún enardecido mozo con el ardor propio de la juventud y la que produce el vino, rompía adrede ante la puerta de la moza amada su pandera. Cantando desgarradamente la siguiente copla que adaptaban dependiendo del instrumento a “sacrificar” en aras de su amor. Dice así:
Este pandero que toco, yo tengo de romper.
(o, zambombita, zambombita yo te tengo de romper)
Que a la puerta de mi novia, no quisiste tocar bien.
No quisiste tocar bien. No quisiste tocar mal
Y a la puerta de mi novia, yo te tengo de quebrar
Copla que terminaba con un tremendo golpe, dado con la intención certera de romper el parche de la pandera. A veces las horas de fiesta pasaban factura y no eran capaces de romper los firmes panderos, ni los palos de angélica. Entonces se los quitaban y los “estampanaban” contra el duro suelo. En estos casos ni los aros ni los troncos de castaño o alcornoque solían resistir. En un acto como decía anteriormente de homenaje y sacrificio de los mozos enamorados y por supuesto correspondidos. Era como muestra de amor muy valorado y sobre todo bien recibida por la familia de la novia. Ya que generalmente los panderos eran bienes muy preciados, que no solían pasar a otras manos –excepto de padres a hijos o de abuelos a nietos…- Y que cada cual tocaba y cuidaba de la suya.
Panderos que además solían fabricarse de la misma forma, siendo a partir de mediados del siglo XX cuando comenzó la costumbre de comprarlas hechas. Sin que esta nueva opción haya terminado con las tradicionales técnicas de su elaboración, ya que aún quedan muchos arenenses capaces de hacerlas tal y como se han hecho siempre. Uno de estos paisanos es “Perchel”. Cuyos panderos siempre han sido de los mejores de la ciudad. Hombres y mujeres que compaginaban los duros trabajos tras organizar la matanza y la recogida de a aceituna, con las fiestas de las Nochebuenas. Ya que sobre todo a partir de Fin de Año, y sobre del día de Reyes, “cuando ven la tarde los bueyes”, los arenenses y demás poblaciones del partido, se veían imbuidas en el frenético ir y venir de casa al olivar. Del olivar a casa. Y de casa a la almazara y de la almazara a casa.
La noche de reyes era la noche más especial para los y las más pequeñas de cada hogar. Los padres antes de irse a acostar, colocaban agua y vino para los camellos y los reyes magos en tres platos y vasos. Mientras que las abuelas colocaban un gran tronco en la lumbre que duraría toda la noche para que los reyes se calentaran y secaran un poco sus ropas y calzados.
En algunas localidades esta costumbre de colocar un gran tronco en la lumbre se hacía la noche de Navidad, porque aquella noche cuando todos estuviéramos durmiendo, se acercaría la Virgen María a secar los pañales del niño Jesús. De todos modos y debido a las bajas temperaturas y alta humedad de estas tierras serranas. Así como la costumbre de permanecer en vela las noches en animadas reuniones, hacían que en todos los hogares ardieran grandes leños con los que calentar las casas, evitando en lo posible la tediosa tarea de “alimentar la lumbre”. Sobre todo las noches de Nochebuena, Nochevieja y Noche de Reyes.
También era costumbre poner un zapato en la ventana por cada niño o niña que allí habitara. Y a la mañana siguiente en el zapato, al lado del Belén o Niño Jesús, aparecían los regalos. Regalos que como es lógico también dependían como hoy en día del nivel adquisitivo de cada familia. Así las niñas que sus padres se lo podían permitir, recibían una muñeca. Mientras que los niños algún juguete mecánico. Juguetes que en la mayoría de las ocasiones eran guardados al día siguiente para volver a aparecer como por arte de magia el año siguiente para Reyes.
Pero en la mayoría de los hogares los regalos que dejaban los Reyes Magos, eran otros muy distintos y prácticos. Como algo de ropa o calzado. Alguna chuchería o dulce, frutos secos… Aprovechando esta fiesta y costumbre para escarmentar a los y las niñas desobedientes o con alguna manía a corregir. Recuerdo a mi buena amiga la Sra. María de León – la última bordadora tradicional de Pedro Bernardo – una vez cuando me contaba como a un vecinillo suyo que tenía cierta aprensión al agua y al jabón, “los Reyes le trajeron en un colador, un estropajillo y una pastilla de jabón pa que se lavase…» Mientras que los que se portaban realmente mal, pero mal, mal recibían de sus Majestades lo mismo que hoy en día carbón, pero carbón natural no del dulce.
Aunque pueda parecernos con nuestra perspectiva injusto que la mayoría de los niños no tuvieran juguetes, y lo era. Hay que tener en cuenta que nuestros abuelos y abuelas estaban acostumbrados y acostumbradas a hacerse o mejor dicho fabricarse sus propios juguetes. Juguetes que eran totalmente esquemáticos y sencillos a la par que de uso común. Ya que la mayoría de los juegos infantiles tradicionales de estas tierras son colectivos salvo raras y contadas excepciones en la etapa más tierna de la infancia. Juegos para los que se precisaban pocos objetos que hacían ellos mismos o como en el caso de las limas, peonzas, calva, mocha, etc. hacían los herreros y carpinteros de nuestras localidades regalándoselas a la chiquillería. Pues para jugar a la mayoría de los juegos bastaba con una piedra, una tiza o yesón, un palo, una correa, una cuerna, unos alfileres, etc. Juegos que variaban no solo en función de la edad y del sexo. Sino que iba rotando jugándose en cada temporada del año los juegos típicos de cada estación, siempre dentro de los contextos con ellas asociados. En primavera y verano la mayoría de los juegos tanto de niños como los de las niñas, solían realizarse en las calles, plazas y arrabales. Mientras que el otoño y en invierno la mayoría de los juegos se llevaban a cabo dentro de las casas, en los corrales o cualquier otro lugar a cubierto. Protegidos del frío, la lluvia, la nieve y el viento.
Gracias una vez más a la memoria familiar, recogí de mi maestra y tía Teresa Peces Gutiérrez un romance que cantaba el “Tío Pablito el Arrabelero”, para la fiesta de los reyes en los bares y tabernas de Arenas de San Pedro. El romance dice así:
En la fiesta de los Reyes
la primer fiesta de ogaño
Unos cantan otros bailan
todos piden aguinaldo
La reina doña María
al rey pidió el aguinaldo
Que la diera la cabeza
del Maestre de Santiago
Cabeza de hombre tan justo
no se pide de aguinaldo
Más por pedirla la reina
la cabeza le han cortado
Y en una argolla de yerro
de los pelos la colgaron
Ha venido el perro blanco
la cabeza a descolgado
Y en iglesia San Andrés
los despojos ha enterrado
Que injusticia hizo el rey
con su más fiel cortesano
Aunque mi tía Teresa me decía que este romancito que cantaban el día de Reyes, contaba la historia de la injusta decapitación del Maestre don Alvaro de Luna (1445-1453) Dando pié a las leyendas de «La Triste Condesa» doña Juana de Pimentel su esposa y viuda. Lo cierto es que se trata de una versión de otra versión anterior. Ya que en él se relata la historia y leyenda de la supuesta venganza de la amante (y esposa a título póstumo) del rey don Pedro I El Cruel, doña María de Padilla. Sufrida por del Maestre de Santiago, el Infante Don Fadrique de Castilla, su hermano (decapitado en el mes de mayo del año 1358) Romance que está ampliamente representado en gran parte de Castilla, gracias a la costumbre de cantarlo todas las Nochebuenas.
La primera versión le se atribuye al Canciller de la familia Trastamara don Pedro López de Ayala (enemigo visceral del rey don Pedro) Las primera frases comienzan de la siguiente forma; «Yo me estaba allá en Coimbra. Que yo me la ove ganado». Motivo por el cual el Maestre don Fadrique perdió la cabeza, al vengar María de Padilla (y la reina madre María de Portugal) la sangre portuguesa por sus tropas derramada. Tan importante fue este acontecimiento histórico que incluso se conservan versiones sefarditas en las comunidades que se instalaron en el vecino Marruecos. Una de las versiones más completas que he podido encontrar es la que recogió D. Diego Catalán, dice así:
Hoy es vísperas de Reyes, la primer fiesta del año
Cuando damas y doncellas, al rey piden aguinaldo
Unas le pedían seda, otras el fino bordado
A no ser doña María, tras la puerta se ha quedado
¿Tú qué pides hoy María, tú que pides de aguinaldo?
El aguinaldo que pido, sé que no será otorgado
Si será María Padilla, aunque pierda mi reinado
Yo no quiero oro ni plata, ni tampoco tu reinado
Vengo a pedir la cabeza, del Maestre de Santiago
Las cabezas de hombres vivos, no se dan por aguinaldo
Más por ser pa ti María, concedido y otorgado
Estando yo en mi Coimbra, de mi mocedad gozando
Cartas me hubieran venido, del rey don Pedro mi hermano
Que me vaya a los torneos, que en Sevilla se han armado
Que lleve poquita gente, que son los gastos muy largos
Yo llevé ciento de a mula, y otros ciento de a caballo
De ellos vestidos de seda, y los demás de brocados
Todos vestidos de verde, y el Maestre de encarnado
A la pasada de un río, a la colada de un vado
Cayó mi mulilla a tierra, quebré mi puñal dorado
Se me ha ahogado un pajecillo, de los míos más amados
Conmigo come a la mesa, conmigo duerme a mi lado
Somos hermanos de leche, una madre crió a entreambos
A la entrada de Sevilla, encontré un licenciado
Vuélvase a trás el Maestre, que lo llevan engañado
Que en Sevilla no hay torneos, ni tampoco se han usado
Dios le guarde al buen rey. Dios le guarde su reinado
Bienvenido Maestrillo, bienvenido y mal llegado
Tu cabeza hermano mío, mandada está de aguinaldo
Si la tenéis prometida, cúmplase vuestro mandato
Apenas lo había dicho, la cabeza le han cortado
A doña María Padilla, se la llevan de aguinaldo
La agarró por los pelos, por el suelo la ha arrastrado
Aquí pagarás Maestre, aquí pagarás villano
Cuando me llamaste puta, del rey don Pedro tu hermano
La cogió doña María, se la tiró al perro alano
El alano es del Maestre, conoció que era su amo
La cogió con los dientes, la llevó para sagrado
Con las patas hace el hoyo, con los ojos le ha llorado
Y a los aullidos del perro, mucha gente se ha llegado
Ay triste de mi mezquino. Ay triste de mi cuitado
Si el alano hace aquello ¿Qué haré yo que soy su hermano?
Tus gustos doña María, tus gustos se han acabado
Doña María de Padilla, por los aires va volando.
De todos modos la muerte por decapitación, del Maestre don Fadrique, y el Maestre don Alvaro de Luna, tienen algo común, que en ambos casos, los dos Maestres participaron de en las guerras de Castilla y Portugal. Canción o mejor dicho romance que se acompañaba exclusivamente con el sonido tan particular del rabel de una sola cuerda. Del mismo modo en este tiempo de Navidad, Pablillo el Arrabelero, solía cantar otros hermosos y antiguos romances como “La Herencia del Pastor”, “La Loba Parda”, “Gerineldito querido”, “Estaba la Filomena”, “La Vaquera”, “A la Verde Oliva”, “El Día de los Torneos”, “La Mala Hermana”, “Por las Ventas de Aragón”, “Cuando la Muchacha tiene 15 años”, “Un Soldadito que se fue a Cuba”, “Carmelina Niña Hermosa”, “El Serengue”, “Los Caramones”, “Iban caminando tres por un camino”, y tantos y tantos otros.
Romances que intercalaban con la tradicional rebelada que del mismo modo que en el caso del son o sones de Nochebuena, siempre solía realizarse con la misma melodía. Melodía me que varía poco de una localidad a otra. Algunas de las coplas cantadas por el Sr. Pablo el Arrabelero del partido eran “picantonas” pero en ningún caso ofensivas. Sirvan estas de ejemplo;
Quién no sepa cantares, no los empiece
Que se quedará en blanco, como los pecesComo soy rabelero, penas no llevo
Que llevo en vez de sangre, vino del buenoSi quieres que te cante, buenos cantares
Úntame de buen vino (o de tocino), los paladaresAl perro de San Roque, le han levantao
Un falso testimonio, que está preñao
Que está preñado niña. Y así está el mundo.
Que ni el perro San Roque, anda seguro.Aire no hace, gente no cruza. Quién cojones me arrempuja
Ahora si, ahora si, ahora y siempre
Ahora si que doy gusto a quererte
Ahora si, ahora si, ahora y luego
Ahora si que te quiero saleroA la mar por ser honda, se van los ríos
y detrás de tus ojos, se van los míosTienes ojos azules, ojos de gloria
y los míos te piden, misericordiaSi con el mirar matas, niña pregunto
Dónde vas enterrando, tanto difuntoAquella morena, que por la calle va
La digo que pase, y no quiere pasar
y no quiere pasar, y no quiere subir
Aquella morena, que va por ahí
Que va por ahí, que por la calle va
La digo que pase, y no quiere pasarVamos, vamos al rondón
Tu cantaras a tu amante.
Que yo cantaré a mi amor
Vamos, vamos al rondón
Una vez pasado el día de Reyes, las vidas de nuestros antepasados volvía a su ritmo cotidiano. Siendo la recogida de la aceituna la tarea que más tiempo los ocupaba. Por mi parte y para concluir, decirles que con estas palabras e intentado transmitirles algunos recuerdos de las Nochebuenas pasadas en Arenas de San Pedro y pueblos de su Partido. Dando una pincelada y contando a grandes rasgos las cosas que no debemos olvidar jamás. Pues saber de dónde venimos o quiénes somos hace a las personas más libres, como todo tipo de conocimiento.
Voy a dar por terminado este artículo de la mejor forma que se, transcribiéndoles unas pocas coplas tradicionales de mi ciudad natal, Arenas de San Pedro… Concretamente la canción más alegre de las Nochebuenas, “El Zape Rezape Rezape”, tan extendida por todos los pueblos del partido y cantada según el “estilo” particular que daca población da a esta alegre y divertida canción de ronda, convertida a veces en alegre jotilla bailable. Dice así:
Zape rezape, rezape. Zape que el gato me araña
Que me arruga los vestidos, y ensucia las enaguas
Zape rezape rezape, zape que el gato me arañaMadre le diga usté al gato, que no se suba a la cama
Que me araña los vestidos, y me ensucia las enaguas
Zape rezape….A otro año por ahora, sabe Dios donde estaré
La tierra que habré corrido, y el agua que beberé
Zape rezape…Noche Buena, Noche Buena, tú te vienes tú te vas
Y nosotros nos iremos, y no volveremos más
Zape rezape…Para calles las de Arenas, cuando yo las paseaba
Que era de noche y llovía, pero yo no me mojaba
Zape rezape…Esta noche es Nochebuena, y mañana Cañamones
Que ha parido la estanquera, una saca de ratones
Zape, rezape.Eres una retrechera, y amiga de pantalones.
Húntate el culo con queso, y acudirán los ratones
Zape rezapeEl día que me casé, yo pensé que me moría
Al ver aquel gato negro, las barbas que me ponía
Zape rezape…Mi suegra la tía leona, es más arisca que un gato
Que se sube por los pinos, sin quitarse los zapatos
Zape rezape…
Y allá va la despedida, la que echó el gato a la gata
Que al subir las escaleras, la metió la quinta pata
Zape rezape.