Daniel Peces Folk - Folclore y tradiciones de España
Grupo folclórico “Tierra Noble”)

El folclore burgalés.

Dedicado con afecto al grupo folclórico “Tierra Noble"

Breve reseña del folclore burgalés

Marciano Burgos Sancidrián

“Castilla nunca fue muda, como ninguna región de España lo es. Castilla tiene su música característica y propia. Las canciones populares burgalesas no deben nada a nadie, y si alguno discute a ustedes esta verdad, afirmen rotundamente que de estas cosas no entiende una palabra”. (Antonio José Martínez Palacios).

A través de la danza, la canción, el baile y la música, vivo reflejo de emociones y sentimientos, expresamos nuestro gozo o nuestra tristeza, agradecemos o imploramos la asistencia de los dioses o disfrutamos con su arte y su belleza. En cualquiera de los casos, estas manifestaciones constituyen parte importante de las tradiciones populares y componen el acervo cultural de los pueblos. Para encontrar sus orígenes habrá que remontarse al principio de los tiempos, cuando el hombre, en el uso de sus facultades artísticas, se sirvió de los elementos disponibles a su alcance para fabricar los instrumentos que le habrían de acompañar en semejantes actividades, parte de ellas asociadas a la caza o a manifestaciones de carácter mágico y ritualista. En muchos aspectos, afirma Fonteyn de Arias, “la danza es mágica, tanto para los que disfrutan de su contemplación como para los que viven y trabajan en su mundo”. Danza, canto y música son expresiones espontáneas de los humanos para implorar la ayuda de los dioses en sus quehaceres cotidianos, o ante fenómenos naturales inexplicables: caza, pesca, recolección, truenos, rayos, tormentas, lluvias, nacimiento, muerte, guerra, paz…/

MAESTROS Y PROMOTORES DE NUESTRO FOLKLORE

Gracias a la fecunda labor de recuperación de las tradiciones populares llevada a cabo por los amantes del folklore, Castilla, particularmente Burgos y su provincia, cuentan con un importante repertorio de canciones, danzas y bailes de singular interés, que poco tiene que envidiar al de otras regiones españolas, tanto en número como en calidad. En ocasiones, la desidia y el olvido han contribuido a desdeñar nuestro rico y variado folklore en beneficio de otras regiones. Hoy, gracias a los maestros Domingo Hergueta y Martín, Federico Olmeda San José, Justo del Río Velasco y Antonio José Martínez Palacios, entre otros, nuestro folklore ocupa un lugar relevante en la diversidad regional del cancionero popular hispano…/

RIQUEZA FOLCLÓRICA BURGALESA

Jaime L. Valdivielso de Arce, en su artículo titulado El Cancionero Popular burgalés, del que me hago eco, expresa claramente que la música popular burgalesa se encuentra fielmente recogida en dos obras fundamentales: Folklore de Castilla o Cancionero popular de Burgos, obra del sacerdote y musicólogo Federico Olmeda, y Colección de Cantos Populares Burgaleses, de Antonio José Martínez Palacios.

Como es natural, no todo son elogios y buenas palabras, pues toda actividad humana está sembrada de luces y sombras que muestran a la par la dureza del trabajo y la satisfacción que produce la obra bien hecha. Interesante ponencia la de nuestro maestro que no regateó palabras para enaltecer nuestro folklore, como queda expresado en estas líneas: “El interés folklórico de una canción está principalmente en su vejez, y por eso también es tanto mejor una canción popular cuanto más cercana esté de su raíz originaria. En este sentido, las canciones más interesantes de España son, por su auténtico arcaísmo, las burgalesas”.

Con el recuerdo de estas hermosas palabras me quedo, y las regalo al lector para su gusto y deleite por no hallar mayor elogio a la tierra y a las gentes que en ella vivieron y a las que felizmente viven.

VARIEDAD DE NUESTRO FOLKLORE

El repertorio de canciones populares burgalesas es rico y variado. En él se recogen canciones y danzas para toda ocasión y circunstancia: profanas, religiosas, de cuna, infantiles, de ronda, de boda, de trabajo, de carnaval, marzas, mayos, de san Juan y san Pedro, romances, jotas, de navidad, cuaresma, semana santa, pascua…
La influencia ejercida por las culturas antiguas que poblaron la Península -celtas, griegos, romanos, visigodos, árabes y los miles de peregrinos que recorrieron nuestras tierras en busca del abrazo al Santo Compostelano- es, sin duda, una de sus principales características y prueba evidente de su glorioso pasado.

En toda circunstancia, principalmente en el trabajo, la canción es el referente idóneo con el que expresamos nuestro estado anímico. Como nos recuerda Ramón García Mateos en su artículo Los Cantos de Trabajo en la Literatura Popular, “la canción es la compañera leal del segador que cruza Castilla en el estío, del labrador que siembra su tierra en el otoño o de los mozos que, entre risas y flores, van al molino cada tarde”. Canciones que, según su procedencia, recibirán diferentes nombres: Aradas, las que se cantan tras de la pareja de bueyes y el arado; Cantares de trilla, los que se desgranan en las eras; Tonadas de acribar el muelo, cantadas al ritmo del cedazo; Cantos de segadores, los que se lanzan al viento durante la siega; Jotas de recolección…/

Estos cantos son, ante todo, una forma de comunicación oral y un ejemplo de la literatura popular. Ramón García Mateos los clasifica de esta manera:

  • Cantos lírico-amorosos: (“…Segador que bien siegas/ por el camino/, mientras la tu zagala/ lava en el río”…).
  • Festivos y jocosos: (“…Ya viene la galbana/ por aquel cerro/, venga o no venga/ yo ya la tengo…”).
  • De denuncia social: (“…Nos matan a trabajar/ comiendo sólo pan duro/, cuando una gota que sudas/ vale más de mil duros”…) (“…Ya se está poniendo el sol/, ya se debiera haber puesto/, para el jornal que ganamos/, no es menester tanto tiempo”…)

Estas sencillas cuartetas son un pequeño muestrario de tantas y tantas que se cantaban para expresar los amores juveniles, olvidar las penas, el duro bregar, el hambre y las miserias.

DANZAS, COPLAS Y JOTAS

La danza es una de las expresiones corporales de mayor belleza, cargada de expresividad y ritmo, de espectacular coreografía y gran colorido, bailada al son de la guitarra, bandurria, laúd, dulzaina, tamboril y, en muchas ocasiones, de las castañuelas. Los bailarines, en su ejecución, desarrollan característicos pasos picados. Entre las danzas castellanas sobresalen la “jota” y la “seguidilla”. La jota burgalesa difiere de la aragonesa por su mayor sobriedad y menor movimiento. Se suele acompañar con canciones de carácter amoroso, de boda o de temas religiosos, frecuentemente salpicados de temas satíricos y de humor picaresco. Su belleza radica en el ritmo, la coreografía, la expresión corporal, el colorido de sus trajes y en el movimiento acompasado de los bailarines.

Escribe Jaime L. Valdivielso en su artículo La Fiesta del Reinado de Navidad en algunos pueblos de la Provincia de Burgos que la copla es la forma poética que acompaña a la danza y la música. Surgió en España, donde sigue siendo muy común, y está muy difundida en Latinoamérica. Su nombre proviene de la voz latina “copula” o lazo o unión. Está compuesta por cuatro versos de arte menor, dispuestos en forma de cuarteta, seguidilla, redondilla…

Por su estructura métrica, la copla está muy próxima al romance, género poético popular por excelencia de la literatura española. Autores cultos como el Marqués de Santillana, Luis de Góngora, Antonio Machado, Rafael Alberti, Federico García Lorca… se han acercado a estas formas de poesía con gran respeto. A veces, el tema lo tomaban de una canción, un suceso, un romance de taberna, y otras, era el pueblo quien hacía suya la composición poética sin conocer a su autor. Como escribe Machado:

“Hasta que el pueblo las canta/, las coplas, coplas son/, y cuando las canta el pueblo/ ya nadie sabe su autor/. Tal es la gloria Guillén/, de los que escriben cantares/: oír decir a la gente/ que no los ha escrito nadie/. Procura tú que tus coplas/ vayan al pueblo a parar/, aunque dejen de ser tuyas/ para ser de los demás/. Que, al fundir el corazón/ en el alma popular/, lo que se pierde de nombre/ se gana de eternidad”.

Las coplas son las que mejor expresan el alma popular. Con ellas los mozos cantan la hermosura, el amor y los atributos que reúne la persona amada.

Por su parte, la Jota, entendida como representación escénica, se canta y se baila acompañándose de castañuelas, y los bailarines suelen ir vestidos con trajes regionales. Su nombre proviene del antiguo “xota”, y del latín “saltare”. Algunas teorías afirman que este baile nació en Valencia, proveniente de la palabra árabe “xotah” (saltar, brincar rítmicamente), que derivó al término castellano “jota”. Los pasos que ejecutan los danzantes se parecen a los del vals, aunque en el caso de la jota hay muchas variedades. Su origen sigue siendo desconocido para la mayoría de los estudiosos de este tema. Los más arriesgados la relacionan con las Cantigas del rey Alfonso X el Sabio, cosa poco probable.

A este respecto reza un dicho popular que “la jota nació en Valencia/ y se crió en Aragón/. Calatayud fue su cuna/ en la orilla del Jalón”. Para la mayoría de los interesados en el tema, la jota no aparece como hoy la conocemos hasta el siglo XVII.

JOTAS BURGALESAS

  • JOTA PEONA. Originaria de Melgar de Fernamental, bailada principalmente en la fiesta de Ntra. Sra. de Zurita (mayo).
  • JOTA DE LERMA. De vistoso desarrollo y marcado ritmo.
  • JOTA PEÑARANDINA. Natural de Peñaranda de Duero. Se caracteriza por elegantes giros y rítmicas variaciones.
  • JOTA DE MI PUEBLO. Bailada en muchos pueblos de la provincia. Alegre y vistosa. En su ejecución, los bailarines forman corros y calles.
  • JOTA DEL CARRASCAL. Se baila en la serranía burgalesa, de donde procede. (Canicosa de la Sierra).
  • JOTA BURGALESA. Original de la capital burgalesa, bailada por los danzantes, agrupación burgalesa de jóvenes danzarines. Es muy alegre y sugestiva.
  • JOTA SERRANA. Procedente de Salas de los Infantes. Data del siglo XVII, y se baila el día de Pascua de Resurrección.
  • JOTA RACHELA. De pasos típicos y ágiles. Alegre y muy castellana.
  • JOTA DE LOS REQUIEBROS. Esta jota, original de finales del siglo XVII. se bailaba en la plaza del pueblo de Medina de Pomar ante las autoridades municipales en la festividad de la Pascua de Resurrección, cantando coplas tradicionales.
  • JOTA DE MANCILES. Jota bailada por cientos de romeros que, de Lerma y localidades cercanas (Villalmanzo, Santa Cecilia, Ruyales del Agua y Villamayor de los Montes), llevan en procesión a su patrona la Virgen de Manciles, camino de su ermita.

DANZAS BURGALESAS

  • DANZA DE SAN JUAN. Natural de Aforados de Moneo, partido de Villarcayo. Se baila el día de San Juan a la puerta de la iglesia y en la procesión. Los danzantes llevan vistosos pañuelos que blanden al viento y crean bonitas combinaciones formando ruedas.
  • MARIPOSA. Tiene su origen en la Merindad de Valdivielso. Se canta y baila en muchos otros lugares de la provincia. Bien acompasada y de armoniosos ritmos. Es de las más antiguas.
  • DANZA DEL AHORCADO. Original de las Machorras, (Merindad de Valdivielso). Representa la muerte del mayoral a manos de los danzantes. Cada uno de los componentes lleva en su mano una vara con la que realiza movimientos geométricos de ritmo y cadencia clásicos.
  • MARZAS. Este tipo de danzas procede de Boada de Roa que se bailaban en la primera noche de marzo. De ahí su nombre. Son de origen milenario.
  • LAS MAYAS. Danzas que se bailaban en Neila, acompañadas de panderetas, formando corros y calles al ritmo de la música en época de trashumancia.
  • LA JAULA. Oriunda de Gumiel de Hizán. La bailaban las mozas al son de la flauta y el tamboril, portando en sus manos un palo de espino adornado con cintas y lazos que, con rítmicos movimientos entrecruzados, formaban una jaula y un sillón en el que se sentaba una de las bailarinas.
  • LA VALSEADA DE ARCO. Procedente de Villafranca Montes de Oca. Originaria del siglo VIII. Se bailaba en la romería de la festividad de la Virgen de la Oca.
  • DANZA DE LAS ESPADAS. Espectacular en su desarrollo, de ritmo acompasado y belicoso.
  • MORITO PITITÓN. Es una de las más populares. Se inicia en la capital burgalesa y se extiende por toda la provincia. Muy socorrida para rondas y pasacalles.
  • AGUDILLO. Se baila a ritmo de la música y la pandereta, con pasos rápidos, alternándose con otros lentos.
  • PALOTEOS. Danzas bailadas por hombres. Para su ejecución se precisa que los bailarines manejen con sus manos unos palos con gran habilidad.
  • EL CASTILLETE. Original de Navas del Pinar. Justo del Río la sitúa entre las más antiguas. Un zarragón conduce a los danzantes de uno en uno para formar el “castillete”. El personaje que lo remata es volteado con fuerza espectacular.
  • DANZA DE CRUZ Y CUBO. Se baila en Hontoria del Pinar el domingo de carnavales. Las parejas, de espaldas, trazan calles, círculos y cruces.
  • EL ÁRBOL. Originaria de Pradoluengo. Los bailarines trenzan y destrenzan cintas alrededor de un palo con rapidez y precisión al son de la música.

LAS RUEDAS.

Son danzas que se practican sobre todo en el Alto Duero, al son del tambor y la música dulzainera. Es un baile muy alegre, de bella coreografía que, en su ejecución y desarrollo, forman una rueda muy vistosa. Las más conocidas son: la Gerigonza (Salas de los Infantes), la Carrasquilla (Bureba) y la Chospona (Covarrubias).

LAS MAYAS.

Estas fiestas se celebraban desde muy antiguo el primer día de mayo o en el primer domingo de dicho mes, con marcado signo totémico y ritualista, en torno a la divinidad primaveral. Los jóvenes romanos las celebraban con regocijo y alborozo al compás de la música y el baile, mientras se dirigían al campo para recoger flores con las que adornar las casas de sus parientes y amigos. La maya o el mayo es un tronco de árbol o palo alto -árbol de mayo- que se alza en medio de la plaza pública, donde concurrían las mozas y mozos a divertirse con bailes y festejos. El acto de colocar el palo o árbol se denominaba “la puesta del mayo, colgar el mayo o plantar el mayo”. Las canciones que allí se cantaban sirvieron más tarde para rondar a las mozas casaderas.

LAS MARZAS.

Con toda probabilidad se trata de las fiestas más antiguas que han llegado hasta nosotros. En la noche del 28 o 29 de febrero, coincidiendo con el inicio del año, los pueblos prerromanos celebraban solemnes fiestas para festejar la primavera con flores, música, danza y fuego y simbolizar el alumbramiento de la vida en todas sus manifestaciones. Los participantes, divididos en dos grupos, se colocaban en torno al “marzandrón” (conjunto de ramajes y flores que a modo de monumento decoraba la plaza) y cantaban, alternadamente, canciones casi siempre satíricas, picarescas y burlonas. Terminada la fiesta, los jóvenes repartían flores por las casas de sus parientes y amigos, por las calles, los caminos y los campos. Con la llegada del calendario juliano, estas celebraciones perdieron interés. No obstante, conviene hacer notar que su permanencia representa el último aliento de la resistencia ibérica contra el imperio romano, dispuesto a arrancar de raíz todo vestigio cultural de aquellos pueblos. Actualmente, el folklore popular ha devuelto a la vida estas ancestrales fiestas vigentes en pueblos norteños de nuestra península, celebradas por los mozos solteros con danzas y cantos, recorriendo las calles para solicitar aguinaldos a los vecinos en la “noche de marzas”.

TRAJES TÍPICOS BURGALESES

Fruto de su milenaria existencia, Burgos atesora un rico pasado y una larga tradición folklórica que, como se ha dicho, es equiparable a la de otras muchas regiones españolas de fama secular. Prueba de ello son los vistosos trajes que exhiben los danzantes, bailarines y tamborileros en las fiestas patronales, eventos culturales, sociales y religiosos, cuyo origen habría que buscarlo en las culturas prerromanas asentadas en la provincia. Las opiniones vertidas sobre este remoto origen ofrecen más sombras que luces a la hora de su esclarecimiento.

De todos es conocido que nuestra región mantiene una rica variedad cultural, determinada por su diversa tipología, y que cada rincón (Merindades, Sierra de la Demanda, pueblos del Arlanza, Ribera del Duero…) ha desarrollado un folklore y un modo de vestir propios. En cualquiera de los casos, el traje regional es su propio distintivo y signo de su identidad. Estos vestidos se lucían y se lucen con orgullo en las fiestas patronales y en las celebraciones populares. Debido a su particular confección, a su colorido y a la riqueza de sus complementos, resultan especialmente atractivos y elegantes.

Para conocimiento del lector ofrezco, a continuación, una relación pormenorizada de las diferentes prendas que componen estos típicos trajes que, a pesar de sus diferencias, mantiene muchos elementos comunes.

La Revista Estampas Burgalesas recoge un interesante artículo de José María González Martín bajo el título Divagaciones sobre el vestir burgalés, en el que describe, detalladamente, las distintas partes que lo forman. Así, pues, dice: “El traje regional burgalés, en general, se compone de: zapatos negros, alpargatas, almadreñas, albarcas, medias blancas o azules (caladas, acuchilladas, listadas o lisas), enaguas, pololos, sayas, manteo de paño preferentemente negro o rojo, mandil de seda (negro, verde musgo, azul oscuro liso o con adornos de terciopelo), camisa burgalesa hasta las rodillas, justillo de color del manteo y terciopelo bordeando el justillo, jubón de paño con bordes de manga y cuello de terciopelo (comúnmente negro, pudiéndose usar el color verde musgo y azul oscuro), corpiño, armillas, lazos, pañuelos de cabeza y hombros, mantones de seda, mantilla, mandil, faltriquera, faja…

Como complemento y adorno, el peinado femenino ha de llevar moño de rodete o de picaporte (es el más común); en caso de ser moza casadera, con los rizos característicos del peinado burgalés: el pelo en la parte delantera de la cabeza dividido en dos parte con raya en medio, retorciendo hacia atrás el pelo para recogerlo en el moño, adornado con lazos de seda o simplemente con el moño de picaporte; collares de coral y plata con profusión de medallas, relicarios, avellanas, castilletes y pendientes de maza”.

Los pañuelos desempeñan un papel importante no solo como complemento del vestido sino como elementos de uso coreográfico imprescindible, tal es el caso de la danza de la “rueda” (danza de San Juan, jota de los Requiebros, o danza de la Mariposa).

Para mayor precisión, detallamos a continuación, los elementos que componen el traje regional masculino y femenino usado por los burgaleses y burgalesas en la capital y en las localidades más próximas.

TRAJE REGIONAL MASCULINO
TRAJE REGIONAL MASCULINO

TRAJE REGIONAL MASCULINO

  • Calzado: zapatos o alpargatas.
  • Medias: azules o blancas.
  • Camisa: De color blanco. Lleva abertura hasta la altura del vientre. En algunos casos puede llevan las iniciales del dueño, bordadas en hilo y adornadas con botones o cordones de sayal.
  • Faja: Compuesta por una tela rematada en sus extremos con flecos. Se coloca en la cintura, por debajo del chaleco, sujetando el pantalón y la camisa. De color rojo.
  • Pantalón: De tejido tosco. Generalmente hasta las rodillas, pudiendo llegar a los tobillos en algunos trajes. Sin bragueta y abierto por los costados, cerrados con una trampilla. Pueden adornarse con botones o cordones de sayal.
  • Chaleco: Por definición, sin mangas.
  • Capa: Larga, amplia y redondeada en su parte inferior.

Quiero hacer notar, que en ocasiones especiales, los hombres se visten con traje festivo, que varía respecto a lo dicho en algunos elementos. Véase: Calzado: zapato negro simple; Medias blancas; Pantalón de color negro hasta las rodillas, o largo y estrecho. Faja, roja o verde. Chaqueta de pana o terciopelo negro con solapas, puños y rebordes marcados con una tramilla negra. Lleva bolsillos y adornos de pasamanería en la espalda. Chaleco negro con solapas pequeñas. De uso opcional. Capa larga, de unos 130 centímetros, redondeada en su parte inferior.

TRAJE REGIONAL FEMENINO
TRAJE REGIONAL FEMENINO

TRAJE REGIONAL FEMENINO

  • Calzado: Zapato negro con medio tacón.
  • Medias: Blancas o azules.
  • Falda: De color rojo o verde, con sólo tres tiras de terciopelo o pasamanería.
  • Delantal: De seda verde oscuro o negro. Sin puntillas ni adornos abundantes.
  • Jubón: Abierto o desbocado en el pecho. De paño, con solapas y puños de terciopelo. Lleva botones en el pecho, dorado y colgantes. En la espalda puede llevar pasamanería. Se abrocha el jubón con broches dorados de cadena.
  • Justillo (corpiño): Del color de la falda, adornado con galones dorados, negros y verdes, sin mangas, ajustado al cuerpo sin sobrepasar la cintura.
  • Moño: Puede ser de picaporte o de rodete, cubierto por un lazo negro o de seda natural. La cabeza deberá ir cubierta con una manteleta.

Además de los elementos citados, completan el vestido la camisa, las enaguas y los pololos.
El traje de trabajo de la mujer burgalesa difiere en algunos componentes. Para su calzado usan alpargatas o albarcas. La falda es doble: la superior va recogida atrás con imperdible; la inferior puede adornarse con una tira de terciopelo. Son de color rojo, verde, amarillo, amarillo y rojo o amarillo y verde. El pañuelo con el que cubren su cabeza va atado en su costado. Como en el caso anterior, no debemos omitir la camisa, las enaguas, los pololos y las medias.

INSTRUMENTOS EMPLEADOS EN LA MÚSICA POPULAR CASTELLANA

Denominamos música popular a la que canta el pueblo para celebrar acontecimientos de especial relevancia, transmitida oralmente de generación en generación, y que, con el paso de los años, ha sufrido y sufre importantes transformaciones. Su autoría es desconocida y su estilo variado, dependiendo de las características de la región en la que se cante. Así, por ejemplo, la música popular castellana, y por ende la burgalesa, se distingue por su sobriedad. En su desarrollo se acompaña de variados instrumentos, según exigencias del estilo y forma compositiva.

“Si variados son los estilos, no menos variados son los instrumentos musicales. Desde los sones vetustos del rabel (instrumento musical de cuerda frotada, de uso popular, traído por los árabes a nuestra península), la flauta (gaita) de tres orificios y la gaita de saco, capaces de emitir notas ambiguas, hasta los toques del repertorio dulzainero más reciente, pero profundamente enraizado en el repertorio vocal. O los de las guitarras, bandurrias y laúdes que sirven de cauce rítmico a jotas, fandangos, seguidillas y rondeñas, géneros que toman en las comarcas castellanas sonoridades propias.

En cuanto a los instrumentos de hacer ritmo, la pandereta tímbrica es una riqueza no menos sorprendente. Aunque la pandereta es por estas tierras el instrumento más frecuente para trazar el cauce rítmico a las voces, no hay que olvidar la inagotable multiplicidad de sonidos originales, tanto por la variedad de tamaños, formas y complementos sonoros de este instrumento -desde la pequeña panderetilla que se puede sujetar con el pulgar hasta los enormes panderos norteños que hay que apoyar en el pecho, pasando por las forma cuadrada, pervivencia del “adufe árabe”-, como por las innumerables formas de ponerla en acción para extraerle timbres diversos.

Escuchar la infinidad de matices que un tamborilero (gaitero) es capaz de sacar a su instrumento acompañante, desde el fortísimo al pianísimo, desde lo bronco hasta lo sutilmente fino, desde el repiqueteo menudo hasta la lenta severidad del toque procesional, es caminar de sorpresa en sorpresa por nuestra tierra castellana, oír y distinguir la variedad de chismes y cacharros que han pasado a formar parte del conjunto de timbres idiófonos característicos de algunos toques y sones (almireces, cucharas, cribas, sartenes percutidas con dedales, botellas frotadas, cántaros soplados, tejoletas, palas, palillos…), es un regalo para el oído, porque todos ellos contribuyen a enriquecer lo tradicional con una gama variadísima de matices siempre nuevos”. (info@tierracomunera.org).

El instrumento por excelencia usado en nuestro folklore es, sin género de duda, la dulzaina, también llamada gaita.

De procedencia mesopotámica pasó a la península a manos de nuestros primeros pobladores. Este instrumento se recoge en el acervo lingüístico castellano con el nombre de “albogue” -palabra de procedencia árabe-, así consta en le Libro de Alexandre (s. XIII), y en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, conocido también como “Libro de cantares” (siglo XIV). Más tarde, Cervantes lo cita en su Quijote bajo la denominación de “chirimía”, dulzaina y albogue”, cuando dice: “En estos de las campanas anda muy impropio Maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales y un género de “dulzainas que parecen nuestras chirimías”.

Cervantes distingue claramente la diferencia entre la popular dulzaina y la culta chirimía, la cual, a partir del siglo XVIII, se constituirá en parte fundamental de nuestro folklore tradicional. Como sucediera con otros instrumentos, la dulzaina ha sufrido transformaciones a lo largo de su historia. Se distingue por sus variadas formas. La dulzaina castellana a partir del siglo XIX se caracteriza por tener llaves en los agujeros: dos en un primer momento y ocho actualmente. El músico dulzainero suele ir acompañado por un tamborilero, también denominado tamboritero o redoblante.

El “pito castellano”, instrumento de viento de la familia de las flautas, de sonido agudo muy característico -de ahí la expresión “tener voz de pito”-, se usa, sobre todo, en lugares no insonorizados. En épocas pasadas lo tocaban los pastores, cabreros, vaqueros y hombres del campo cuando acompañaban a los ganados en los pastos. Su sonido es similar al de la flauta dulce.

Como el rabel, la gaita, la flauta, la dulzaina, la guitarra, la bandurria y el laúd, forma parte del instrumental musical de nuestro folklore castellano.

Muchas veces estos instrumentos musicales se suelen acompañar de panderetas, como en la danza del Agudillo o en la Cantamora; de panderos, en las “mayas”; de palos, cuya utilización es muy variada. A veces se usan palos largos (“paloteo”), a veces cortos (“jaula”). En ambos casos, los danzantes los blanden al viento, y los chocan entre sí, creando figuras y produciendo sonidos rítmicos. En la danza “tintintaina” se usan palos profusamente decorados. Estos bailes son espectaculares y llamativos. Muy parecida es la “danza de las espadas”, más varonil. En este caso, las espadas son golpeadas, saltadas y cruzadas en son de guerra.

En ciertos bailes es frecuente el uso de “tejoletas”, instrumentos de percusión fabricados en madera dura o en piedra plana o teja que, colocados entre los dedos de una mano y aplicando un movimiento de muñeca para que repiquen entre sí, producen sonidos rítmicos muy sonoros; su manejo es similar al de las castañuelas.
La imaginación popular a la hora de elegir “cachivaches” capaces de producir sonidos acompasados, empleados en nuestro folklore popular no tiene límites. A los ya citados, añadimos a modo de inventario, almireces, tapaderas, calderas, llaves, azadas, guadañas, botellas, cucharas, tenedores, etc.

GIGANTONES Y GIGANTILLOS EN LAS FIESTAS BURGALESAS

“A las solemnidades de la Cabeza de Castilla asiste -desde antiguo- una Embajada Diplomática de los Cinco Continentes representada en sus más altos dirigentes. Se trata de los Gigantones de Burgos: cinco parejas de grandes efigies de unos cuatro me

GIGANTONES
GIGANTONES

tros de alto que representando a las razas del mundo en sus reyes colaboran al esplendor y boato de nuestras celebraciones. Sus antecedentes históricos datan del siglo XIII. En el s. XVIII (1738) ya se describe que componen un grupo similar al actual compuesto de: Reys e Reynas, Turco y Turca, Gitano y Gitana, Negro y Negra e Gitanillas”. (Crónicas de Yagüe Garcés, Santi García).

Estos personajes participan en las fiestas de la capital burgalesa desde hace siglos, contribuyendo a su esplendor con su alegre presencia, sus danzas y su vistosa indumentaria. Acompañan a los miembros del Consistorio y a las Autoridades Eclesiásticas y Militares, en las Fiestas Patronales, el Corpus Christi y el Curpillos, también llamado “Corpus Chico”, celebrado anualmente en el Real Monasterio de las Huelgas el viernes siguiente al domingo que se festejó el Corpus con la participación del pueblo en la misa, en la procesión y en la degustación de los productos de la tierra. El Corpus Chico es una fiesta fundada por Alfonso VIII, en memoria del triunfo obtenido contra los sarracenos en las Navas de Tolosa (1212).

Como refiere Jaime L. Valdivielso, los Gigantones y Gigantillos pasean sus corpulentos cuerpos y bailan sus populares danzas a los sones del tambor y pito. A finales del siglo XIII y principio del siglo XIV en la festividad del Corpus Christi se popularizó la figura grotesca de la “Tarasca”, monigote de tela y cartón que, entre acechanzas y burlas, a hombros de un mozo, encabezaba la procesión en honor del Santísimo Sacramento, causando miedo a los curiosos. La Tarasca personificaba la figura del mal. Perduró hasta mediados del siglo XVII y fue reemplazada por la figura del “Capidiablo”, personaje semejante al “Colacho” de Castrillo de Murcia (Burgos). Con sus actos provocaba el insulto de los niños a los que perseguía ante el regocijo popular.

Actualmente, en la festividad del Corpus y en el Curpillos, junto con los danzantes y tamborileros intervienen dos personajes muy populares, conocidos como “Tetines”. Visten traje y caperuza de vivos colores y llevan en la mano un zurriago en señal de mando; dirigen a los danzantes. Poco a poco, estos personajes perdieron interés y fueron reemplazados por los “Gigantillos” que, cada año vestían traje y sombrero nuevos, con intención de caricaturizar la moda vigente, provocando jocosos comentarios en el público asistente.

Por esta misma época aparecieron las figuras de los “Gigantones”, simbolizando a las distintas razas humanas que, con devoción, asistían a la procesión del Corpus. Con el paso de los años, los personajes que devotamente honraban con su presencia al Santísimo Sacramento se han convertido en objeto lúdico y festivalero.
En 1899, terminada la procesión, en la plaza mayor, mientras los Gigantones y danzantes bailaban, los Gigantillos perseguían a los curiosos, particularmente a los aldeanos, dándoles “mochadas” (cabezadas), al son de la música y la canción:

Cucurrú, cucurrú, muchachillos,
que os cogen los gigantillos,
que os cogen a la descuidada
y os dan una fuerte “mochada”.

Es de notar que, a consecuencia de las cabezadas, era necesario proceder a su renovación cada año, con su gasto correspondiente, razón por la cual las autoridades suprimieron las “mochadas”. El Diario de Burgos, con fecha de 25-II-1899, se hacía eco de los arreglos y renovaciones en estos términos:“Seguirán respetándose los cuatro continentes, pero en vez de Rey de España con tirabuzones al estilo asirio y sus barbas de guardarropía, se le confeccionó una cabeza con rasgos castellano del siglo XV, de rostro afeitado, poblada melena y cabeza que recuerda el retrato de los Reyes Católicos y Cristóbal Colón; la esposa del Gigantón será una dama de esculturales líneas ataviada a la antigua usanza, es decir, con una toca parecida a la que ostentaba Juana la Loca en el famoso cuadro de Padilla”.

Es de notar la riqueza colorista de estos figurines. Con atinadas palabras describe el cronista burgalés D. Antonio Salvá el atuendo de los Gigantillos: “…ataviados con propiedad admirable, por lo tanto, con su jubón con puños y cuello de terciopelo, broche metálico, mantón negro y delantal con adornos de azabache y terciopelo, eran la vestimenta adecuada, completa…”. (El día del Señor en Burgos, 1900).

A través de los años, Gigantones y Gigantillos han sufrido diversos cambios, alguno de ellos provocados por el fuego, como el desafortunado incendio que acabó con ellos el 16 de enero de 1967. En ésta, como en otras ocasiones, por diversas causas, han sido reproducidos por manos de artistas, manteniendo sus propiedades y características.
“Los Gigantillos son dos figuras, hombre y mujer, con armazón de madera y cabeza de cartón. El hombre viste capa parda, larga y amplia, se cubre con sombrero de velludo, y lleva en su mano derecha una vara de fresno que se interpreta como símbolo de autoridad, porque se cree que representa un alcalde de la sierra burgalesa.

La mujer representa una aldeana gruesa, con vestido de percal de colores y delantal negro con tiras de terciopelo, vistoso pañuelo sobre los hombros y peinado con moño de picaporte. Lleva un gran ramo de flores en la mano derecha y otro más pequeño en el pecho. Bailan danzas típicas al son del pito y el tamboril, una de ellas con baile de jota, original y graciosa, con la que la mujer deja ver sus amplias enaguas adornadas con encajes, entre el regocijo y aplauso de la muchedumbre».

Por su parte, los Gigantones, cuatro parejas que representan distintas razas, también bailan una danza solemne y ceremoniosa que contrasta con la movida de los Gigantillos, desconociéndose el nombre de unas y otras”.

Actualmente, a los Gigantones se les identifica con las figuras de los Reyes Católicos; Don Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa Doña Jimena; D. Ruy de Guerrero Castellano y esposa; una pareja de Caciques Amerindios, Califas y Emperadores de la China.

LOS DANZANTES

D. Ramón Inclán Leiva y Justo del Río Velasco los describen como “mozos danzarines que, vestidos a la usanza campesina, realizaban distintos bailes y juegos conforme al estilo de cada lugar. Los más conocidos fueron los de Belorado y Santo Domingo de la Calzada. Según la tradición vestían rústicamente, mostrando así su origen y condición social. Llevaban calzas, tonelete, juboncillo, vistoso pañuelo, caprichosas bandas y se adornaban la cabeza con guirnaldas y coronas de laurel o yedra, con mezcla de variadas florecillas silvestres”.

DANZANTES
DANZANTES

Al parecer provenían de diferentes pueblos y eran reclutados por el Ayuntamiento de Burgos para recrear las fiestas con sus danzas y bailes. Actualmente, los danzantes de Burgos han quedado reducidos a una cuadrilla de doce muchachos ataviados con trajes del siglo XVI. Visten calzas moradas, tonelete y gorra de terciopelo rojo con galones dorados. Les acompañan cuatro “Tetines”, uno de ellos maestro de danza, que lucen trajes de vistosos colores y van armados con colas de buey unidas a un palo para abrir paso y contener a la gente que forma corro para verlos danzar, al son de la música ejecutada por dos gaiteros y un tamborilero, vestidos con traje y sombrero negros. El sombrero lleva de adorno una cinta roja con flecos dorados. Los Tetines, en su origen primero, eran personajes grotescos que encarnaban al demonio y espantaban a la gente que les respondía con improperios, burlas y chanzas. Las danzas más interpretadas por los muchachos danzarines son: El Pasacalle, La Canastilla, Los Arcos, Las Espadas, Los Palos, La Jota burgalesa…

No tenemos constancia de su origen, pero los estudiosos del tema los comparan con los “seises”, grupos de niños danzantes que, en algunas catedrales, dirigidos por un maestro de coro, cantan y bailan delante del Santísimo, de la Virgen o de los patronos del lugar, en presencia de los fieles y del cabildo en pleno.

INSTRUMENTOS EMPLEADOS EN LA MÚSICA POPULAR CASTELLANA

  • DULZAINA:Aerófono de lengüeta doble. El tubo sonoro tiene forma troncocónica y es de madera. En su extremo superior lleva alojado el tudel, que es una pieza metálica donde se coloca la caña o pipa. Estos oboes tradicionales están muy extendidos por toda Europa y no podía ser menos en España, donde reciben distintos nombres. Pueden  tener llaves o no tenerlas.
  • CAJA: Es otro membranófono percutido. Consta de un cilindro plano metálico (de unos 10 cm de altura) recubierto en sus dos bases por dos parches de plástico -antiguamente eran de pergamino- tensados con unos tornillos y palomillas. En el parche inferior se fijan unas cuerdas metálicas que actúan de bordones. En las antiguas eran de tripa o de cuerda de guitarra entorchada. Se toca con dos palillos(baquetas) y acompaña normalmente a las dulzainas o gaita de fole. Actualmente los modelos que se utilizan son de batería, viéndose muy pocos modelos autóctonos. En algunas zonas se denominaba «tambora», por contraposición al sonido grave del tamboril.
  •  TAMBOR: Instrumento de percusión membranófono que consta de una caja de resonancia, generalmente de forma cilíndrica, y una (o dos) membranas, llamada parche, que cubre la abertura de la caja. Generalmente, el tambor es golpeado, para producir el sonido, en el parche con la mano o con algún objeto, comúnmente baquetas; también se suele percutir la caja.
  • PANDERETA: Quizá sea, junto con la guitarra, el instrumento más conocido de todos. Se trata de un bastidor circular de madera con sonajas en pares, y cubierto por uno de los lados con una piel tensa. Es  del tipo membranófono percutido. A lo largo de toda la península se pueden encontrar verdaderos virtuosos de este instrumento, sobre todo entre las mujeres.
  • PANDERO CUADRADO: Es otro membranófono percutido. Consta de un bastidor cuadrado de madera cubierto por ambos lados de piel tensa y en ocasiones relleno de chapitas, semillas, etc… para dar un sonido de bordón. Se toca con los dedos, las manos o los puños y en ocasiones, como en Peñaparda (Salamanca), con una porra y la mano al mismo tiempo.
  • CASTAÑUELAS: Posiblemente uno de los instrumentos más extendidos y conocidos de la península. Es un idiófono entrechocado cuyo sonido se produce al chocar dos piezas cóncavas y ahuecadas de madera atadas con una cuerda a las manos. Se tocan en con ambas manos. Las hay de muchos tamaños, desde los «pitos» de León y Zamora, del tamaño del pulgar, hasta las grandes «chácaras» de La Gomera, en Canarias.
  • ALMIREZ: Sin ser un instrumento musical, es un idiófono percutido que golpeado rítmicamente en el fondo y los laterales se utiliza para acompañar el canto en reuniones improvisadas. Es un ejemplo de adaptación de útiles caseros o de trabajo a usos musicales. De igual manera se han utilizado desde siempre sartenes, calderos, tapaderas, llaves, guadañas, azadas y un largo etcétera, en definitiva, todo lo que consiguiera hacer ruido y se tuviera a mano, sin tener que gastar dinero -que no había- en instrumentos.
  • MORTERO: Es el mismo instrumento anterior, pero de madera. De la misma forma, golpeando rítmicamente en el fondo y los laterales se utiliza para acompañar el canto en reuniones improvisadas. Tiene un sonido más sordo que el metálico. En Extremadura se utilizaba un pequeño ejemplar llamado «morteruelo», que se tocaba invertido, con la boca hacia la palma de la mano y golpeando el fondo.
  • CONCHAS: Se trata de un idiófono frotado. El sonido se produce al frotar una concha contra la otra por su parte convexa, chocando entre sí las estrías de estas. Muy utilizado en la zona noroeste de la península (Galicia, Minho) como instrumento de percusión, sobre todo en zonas cercanas al litoral.
  • CUCHARAS: Idiófono entrechocado. Es un útil de cocina muy utilizado como instrumento de percusión entrechocándolas por su parte convexa. Fue muy usado para amenizar fiestas y reuniones familiares. Está extendido por toda la península, y se toca de varias maneras. Una de ellas es golpearlas como si fueran palillos o tejoletas. Otra forma es coger ambas con una mano y golpearlas contra la rodilla y la otra mano, sacando gran variedad de ritmos.
  • BOTELLA: Es otro instrumento casero. En este caso se trata de un idiófono frotado. El sonido, rítmico y brillante, se consigue frotando una botella labrada (normalmente de anís) con una llave o el mango de un tenedor, cuchara o cuchillo. No servía cualquier tipo de botella labrada, sólo las de «caramelos», en referencia a la forma cuadrada del labrado. Se usa de acompañamiento a rondas y bailes y al canto, alcanzando gran popularidad en diversos grupos folklóricos. Se utiliza en toda España.
  • EL RABEL: El rabel es un cordófono frotado con arco muy común en la zona norte de la Península Ibérica, aunque se conoce también su existencia en zonas más al sur. Es un instrumento pastoril y consta de una, dos o tres cuerdas afinadas por cuartas o quintas, según el modelo y se hace sonar con un arco de crines de caballo al cual se le ha aplicado resina. La caja de resonancia es de madera y la tapa armónica puede ser de madera, hojalata o piel tensa.  Acompaña canciones de baile, romances y tonadas picarescas.. Está presente este instrumento en Cantabria, Asturias, Castilla-León, Extremadura y Castilla la Mancha.
  • CLAVES: Instrumento de percusión de madera agitada formado por un par de bastones cilíndricos de madera maciza. Su diámetro es de aproximadamente 2,5 centímetros por una longitud de 20 cm. El sonido se produce al percutir uno sobre el otro. El ejecutante debe procurar sujetar el instrumento utilizando la menor superficie posible, para no ahogar el sonido. El timbre de este instrumento es agudo y dependiente del material o corte y tipo de madera, así también como de su acabado. Su origen es afro-cubano.

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