Cuento de la mujer del arriero y el cura
Esto era la mujer de un arriero que era muy «valiente» y estaba liada con el cura.
Cada vez que el marido le decía que se iba, ella le mandaba aviso al cura de modo que en las ausencias del arriero, el cura y ella se daban buenas tupas.
Un día un vecino le puso sobre aviso al arriero y le dijo que su mujer se veía a escondidas con el cura cada vez que salía de su casa a trabajar. A la mañana siguiente el arriero astuto les tendió una trampa, le dijo a la mujer que tenía que salir ya mismo de viaje ha hacer un porte para tres días por lo menos.
Pero no se fue, hizo como que salía con las mulas cargadas, las dejó escondidas en un casillo cerca del pueblo y cuando llegó el abriquecer, volvió a escondidas a su casa y esperó detrás de la puerta de la alcoba con una estaca en cada mano.
Al poco llamaron tres veces a la puerta cuando bajó a abrir su mujer vio con sorpresa subir al cura. Entonces el cura dijo a la mujer del arriero:
¡Hoy lo vamos a hacer a estilo perro!.
¿A estilo perro? ¿Y como es eso?
Dijo la mujer con picardía.
Pues muy sencillo, tu te pones ahí en la mesa, te arremangas las faldas y yo voy por detrás.
Respondió el cura babeando.
Entonces cuando el cura se quita la sotana y se encorva para ceñirla por detrás, el marido sale y le da dos estacazos en las costillas. Haciendo que el cura le endiñara con toda su porra en el quítate y no te meneés de la mujer.
¡Hay padre que estaca a usado usted para dar ese golpe?
Y responde el marido;
Las que te voy a dar yo a ti a partir de ahora cada noche.
Y así termina este cuento de la mujer del arriero y el cura. ¡Nos vemos!